Hubiera sido casi imposible que Santiago Gamboa no fuese artista. Creció en medio de libros, pinceles, documentos y libertad de pensamiento. Su madre es la reconocida pintora Carolina Samper y su padre el historiador, antropólogo, investigador y catedrático Pablo Gamboa. También desde muy joven tuvo la fortuna de viajar y conocer el mundo, ese que hoy, y desde hace más de 25 años, retrata en las páginas de sus tantos libros.

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Gamboa lleva 25 años en el oficio de escritor, tiempo en el que ha creado una firma y un nombre que hace que sus libros se vendan casi solos. Desde hace muchos años las editoriales le publican a ojo cerrado; saben que un nuevo libro de Gamboa se vende como pan caliente en Colombia, en otros países de Latinoamérica y se traduce a varios idiomas, con su obra siempre pasa lo mismo.

Lea aquí: “No doy razones para leer mis novelas. Soy escritor, no vendedor de libros”.

KienyKe.com lo entrevistó en el apartamento de sus padres, en el norte de Bogotá, donde vivió por algunos años, no muchos porque muy temprano, después de terminar literatura en la Javeriana, agarró una maleta y viajó por Europa, donde se quedó por 30 años, buscando, entre otras cosas, trabajo, formación, vida, experiencias y sobre todo los caminos que los grandes escritores han recorrido.

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El escritor está en Bogotá presentando su más reciente novela, “Volver al oscuro valle”, una obra que es la historia de varios personajes, residentes de Europa, que al final terminan reunidos en una Colombia pacífica con un objetivo de venganza, para luego ir en búsqueda de ese lugar mítico, imaginario, poético o literario al que todos quieren regresar y en el que todos quieren terminar.

A Gamboa no le gustan los libros que tiendan a ser importantes, dice que no es lo suyo y que cada vez que siente que una historia que está escribiendo va por ese camino, se detiene para darle curso o clausurarla. A él le gusta contar otro tipo de historias. Tiene un estilo único y lo defiende hasta de las intenciones pretenciosas de su propia pluma.

Sobre sus hábitos y técnicas el bogotano contó que no tiene manías ni reglas para escribir. Simplemente escucha la voz de sus personajes y a medida que ellos le van hablando él los sitúa en un entorno y les guía el camino literario para que sean ellos mismos, en primera persona, quienes terminen contando una historia.

Aunque no tiene horas para escribir y por su formación de periodista lo puede hacer en cualquier entorno y momento, hoy prefiere sentarse frente a la pantalla del computador en horas del día, años antes era un escritor nocturno.

Dice que a diferencia de otros escritores, que buscan la soledad, la calma y hasta el silencio para poder escribir, él, por el contrario, necesita del ruido, del bochinche de una ciudad, del estruendoso ruido de la calle para como inspiración. Un entorno en que le apetece escribir son los hoteles. Dice Gamboa que son espacios muy literarios, que además incluye con regularidad en sus obras.

Volver al oscuro valle son las historias de varios personajes que terminan cruzados por varios hilos e intrigas. Manuela Beltrán, una poeta que es perseguida por un pasado desgraciado; Tertuliano, un argentino que asegura ser hijo del Papa; Ferdinand, un sacerdote colombiano que fue paramilitar; Juana y el cónsul, que vienen de otra novela de Gamboa y el poeta Rimbaud, son los protagonistas de esta que, según críticas, tiene un extraordinario manejo de la intriga, entretejida con fuertes relatos donde la violencia, el sexo y las drogas marcan el curso.

Pero Gamboa no solo es escritor, en Colombia, que no es un país lector, es más reconocido por su pluma de columnista. Es uno de los líderes de opinión más leídos del diario El Espectador. Con su espacio de opinión no intenta convencer a alguien de que siga un lineamiento político, dice que su trabajo es únicamente darles a sus lectores argumentos analizados y con bases para que puedan defender sus ideas y ponerlas sobre la mesa.

Aunque él no escribe literatura con un lineamiento político, intenta, como lo hacen los buenos escritores, mostrar la realidad social, política y económica del mundo a través de las letras. “La buena literatura transforma individualmente a las personas”, dice el escritor mientras explica que los libros dirigen al lector hacia determinado pensamiento que el autor entretejió en medio del desarrollo de las historias que cuenta.

Y para explicarlo mejor pone un ejemplo propio. “Yo soy de izquierda  no porque alguien me dijo que lineamiento político seguir”, yo soy de izquierda gracias a Víctor Hugo, por haber leído Los Miserables. El mundo que nos pinta Víctor Hugo es un mundo enfermo, egoísta y no es diferente a este que estamos viviendo”.

Mientras que la amena charla con Santiago Gamboa, que a veces tiene tintes de entrevista, va llegando a su fin, el escritor recuerda que cuando la literatura lo atrapó, siendo aún muy joven, se leía un libro, lo cerraba y jugaba a mejorarlo, no con la pretensión con la que pueda sonar esta afirmación, sino con la intención de aprender a escribir.

También recuerda que era un seguidor del Nobel Mario Vargas Llosa, tanto que durante años fue su escritor de cabecera, pero desde que el peruano se volvió un escritor moralista, que pretende imponer reglas inamovibles para crear buena escritura, le cae gordo.

A Santiago Gamboa no le gusta el punto final. No cree que ese signo ortográfico exista para un escritor. Es por eso que Volver al oscuro valle, como tantos de sus libros, no se acaba, como esta conversación, tan solo se detiene.

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