El futuro de la reserva Van Der Hammen despierta muchas pasiones entre los urbanistas y los ambientalistas. Para Camacol es importante intervenir la zona, pues actualmente no cuenta con conectividad.

“No necesariamente todas las zonas ambientales requieren el mismo tratamiento y por eso debemos conocerlas y saber cuáles son los aportes reales que ambientalmente le hacen a la ciudad y por eso el respeto por esta zona es imprescindible. La reserva Van Der Hamen, y cómo está actualmente, se encuentra en un polígono exageradamente grande que recibe el mismo tratamiento. Se debe reconsiderar la forma en que están construidos los corredores ecológicos y que la conectan con los cerros orientales”, dijo Martha Moreno, presidenta de Camacol.

Pero María Mercedes Maldonado, exsecretaria de Hábitat de Bogotá durante la alcaldía de Gustavo Petro, se opone radicalmente al proyecto, pues a su juicio no es cierto que la ciudad necesite expandirse hacia el norte.

“Los ciudadanos de Bogotá deben preguntarse por qué todavía no se necesitó el suelo de expansión que hace 16 años se estableció y por qué apenas ahora se va a empezar a hacer. Se acaba de aprobar hace 23 meses el plan Lagos de Torca, que es el suelo de expansión del norte que estuvo desde el 2000. En Usme hay un suelo que tampoco se ha desarrollado y algunas otras zonas en el occidente de la ciudad”, aseguró Maldonado.

Sin embargo, hay quienes prefieren mantener la delimitación original de la reserva. Tal es el caso del exministro de Ambiente Julio Carrizosa, quien asegura que a Thomas Van der Hammen “le preocupaba también la conurbación, es decir, el hecho de que Bogotá, Chía, Cota y Funza se estuvieran reuniendo en un solo conglomerado y por eso diseñó la reserva en tal forma que fuera un obstáculo a la conurbación”.

Pero Germán Camargo, experto en temas ambientales, asegura que la zona hoy está muy lejos de ser una reserva y por eso apoya la intervención que según él busca delimitar y proteger precisamente los ecosistemas.

“No hay conservación, no hay restauración, lo que no está en pastizales cultivados, lo que la ley llama potreros. Hay colegios, clubes, universidades, a los invernaderos les quedan cinco años para cambiarse a un uso agrícola sostenible. Si la expectativa de la ciudadanía es tener un espacio natural accesible, esto no es ni natural ni accesible, si la expectativa es tener un espacio de naturaleza, en el 99% de Colombia lo pueden hacer”, agrega Camargo, biólogo y director de la Fundación Guayacanes.

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