Así como pasó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando esta industria fue la primera en ayudar a reactivar la economía mediante la puesta en marcha de fábricas en donde se cosieron pantalones para las mujeres que incursionaron en el campo laboral mientras los hombres estaban en las trincheras, con la llegada de la COVID-19 los textiles están llamados a mover las cajas registradoras.

"La moda siempre se ha adecuado a las necesidades de las personas. No es algo superficial, como la gente cree. Por el contrario, es increíblemente maleable y rápida en su reacción frente a las situaciones más nefastas. El sector en Colombia así lo está demostrando", dijo a Sandra Merchán, directora del programa Gestión de la Moda de la escuela de diseño LCI Bogotá.

Por eso, aunque el virus avanza, para muchos es hora de que la moda entre en acción y ayude a generar ingresos para los 1,6 millones de personas que trabajan en esa industria en el país.

Una vez se acabe la cuarentena, que en Colombia empezó el pasado 25 de marzo, "la gente va a querer verse bonita pero también tener una ropa con la que no corra el peligro de contagiarse", comentó Merchán.

Pensando en ello y entendiendo que desde siempre la relación entre la sobrevivencia y la moda ha sido inmediata, LCI Bogotá decidió crear un overol.

Para ello unió fuerzas con El GranSan, que con 25.000 confeccionistas es el mayor productor y comercializador de prendas de vestir al por mayor en el país, y la Fundación Santa Fe de Bogotá, una de las más destacadas en Colombia en la prestación de servicios de salud.

El overol, que ya se ofrece en diferentes colores y fue bautizado "Bioprotección Colombia", está diseñado para evitar el contacto con salpicaduras, polvo y partículas no tóxicas, y en su elaboración se utilizó poliéster textil, cierre con cremallera frontal y elástico en puños y botas.

"Esta prenda es en tela antifluido e impermeable y, aunque no es de uso médico, sí es de uso diario, de tal manera que los colombianos lo puedan utilizar encima de su ropa cuando vayan en el transporte o estén en la oficina o la calle porque su objetivo es proteger en caso de que a la persona le caiga cualquier tipo de sustancia encima", explicó el gerente general de El GranSan, Yansen Estupiñán.

Según el vocero, "los confeccionistas vieron en la pandemia la oportunidad de empezar a utilizar sus máquinas de coser, que estaban detenidas por la cuarentena, y darle así la posibilidad a unas 200 familias de trabajar en este proyecto".

El diseñador colombiano Diego Guarnizo aseguró que "el COVID-19 hizo realidad el concepto de moda consciente, en el que es urgente pensar en la gente que nos rodea".

Para adaptar su taller en Bogotá a los protocolos de seguridad impuestos por el Gobierno, hoy trabajan 25 personas en tres turnos y ataviadas de overol y tapabocas.

Allí, hacen sobretodos, overoles, abrigos, chaquetas y tapabocas en materiales antifluidos y con estampados de la última colección, "Epifanía".

"La ropa que debemos coser ahora tiene que estar enfocada en cuidarnos y necesariamente eso implica un cambio de chip en la comercialización y un rediseño de la industria", comentó.

Según Guarnizo, tales cambios incluyen "separar las máquinas para favorecer la distancia social entre los empleados y una gran modificación en las dinámicas porque, por ejemplo, el diálogo entre el diseñador y la patronista ya no será algo cercano, lo cual no significa que la calidad desmejore.

"Simplemente es algo a lo que debemos acostumbrarnos para poder seguir adelante", agregó.

Otra empresa colombiana que respondió con rapidez a la crisis fue Maaji, adquirida en 2017 por el fondo inversor L Catterton Asia, brazo financiero del grupo LVMH, dueño de marcas de lujo como Louis Vuitton.

"La incertidumbre fue grande porque necesitábamos mantener el empleo de las 325 personas que trabajan con nosotros, así que aceptamos el reto de crear en 10 días ropa completamente diferente que, por fortuna, ha tenido una aceptación enorme", manifestó la directora de Innovación y Sostenibilidad de Maaji, Carolina Restrepo.

Estas prendas se convirtieron en tendencia en redes sociales luego de que la ministra de Minas, María Fernanda Suárez, salió con una chaqueta rosada que tenía un tapabocas incluido.

Para el equipo "fue una sorpresa que personas que no eran nuestras clientas habituales se interesaran en la ropa que estamos haciendo porque eso nos va a permitir retomar las labores de una forma positiva, garantizar el empleo, seguir facturando y ponerle una cara más bonita a esta situación", puntualizó Restrepo.

Con información de EFE.

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