En el Hospital Simón Bolívar, Martínez lidera el proceso de recuperación de pacientes quemados a través de máscaras transparentes. A la fecha, 100 pacientes en Bogotá se han visto beneficiados con esta iniciativa que hoy es pionera en América Latina.

El proyecto de máscaras fue traído a la ciudad por una alianza entre la Fundación del Quemado, el Hospital Simón Bolívar, y entidades internacionales como Physicians for Peace (Médicos por la Paz). La primera usada en el país fue la que se implementó en el tratamiento que se le realizó a Natalia Ponce de León.

Precisamente Martínez lideró la recuperación de Natalia Ponce de León y ha participado en varias capacitaciones con estas organizaciones en Colombia y otros países. En ent
Entrevistamos a esta mujer, una positiva líder de Bogotá, innovadora y ejemplo a seguir para muchos:

¿Cómo es el proceso desde que el paciente ingresa y hasta el día que se va?
El paciente aquí es valorado inicialmente por el médico de cirugía plástica, médicos hospitalarios, enfermeras, psicología, psiquiatría y rehabilitación. Esta última ala es la que se encarga de realizar la terapia física, ocupacional, audiología y fisiatría. Allí, nosotros hacemos como un conjunto de evaluación del caso y definimos en qué momento y qué tipo de ayudas va a requerir ese paciente, para disminuir riesgos biomecánicos o disminuir riesgos de deformidades en la cara.

Y si se determina que el paciente necesita una máscara, ¿cómo es el proceso?
Debemos tener en cuenta que los pacientes que utilizan estas máscaras han sufrido quemaduras de segundo grado profundo y ya han pasado un proceso de cierre de heridas, el cual puede durar de 10 días a 2 meses.

Luego de este tiempo se retiran los vendajes, para saber si la piel ya está totalmente cicatrizada, sana y ya no hay heridas.

Si la persona ya está lista para poder realizar su máscara, empezamos el trabajo de este elemento que consta de dos pasos llamados negativo y positivo.

¿Eso qué quiere decir?
Negativo es el molde que se toma inicialmente en el contorno de la cara. Es algo muy superficial y se realiza con vendas de yeso.

Positivo es el proceso que viene. Luego de tener el contorno del rostro seco, se rellena de yeso líquido para tener un molde grueso. Después se desmolda y se pule con unos elementos para tallar cerámica.

Cuando ya se ha realizado este trabajo, se plasman todas las cicatrices en el molde del paciente. Además, se calienta una lámina, que es una especie de plástico que contiene una capa de silicona y una pantalla protectora que cuida al paciente del sol. A su vez se ejerce presión sobre los músculos para ayudar a la cicatrización.

Este material se pone sobre el yeso para llevarlo a una máquina al vacío que es la encargada de sacar el producto final.

¿Cuánto tiempo y cuánto puede costar una máscara?
Este trabajo dura más de siete horas. La lámina cuesta entre $500.000 y $600.000 y adicional está la mano de obra y todo el recurso físico que se utiliza en el hospital. Están alrededor de $900.000. Sin embargo, esto no le cuesta nada al paciente.

¿Cuántas personas se han beneficiado?
Con la máscara transparente se han beneficiado cerca de 100 pacientes, como Natalia Ponce de León y la menor María Paula Vargas, víctima del accidente de la avioneta que cayó en zona residencial del occidente de Bogotá. A cada una de ellas se les han elaborado tres máscaras.

¿Qué dicen los pacientes cuando reciben este elemento?
El primer mes es complicado adaptarse. Algunos son candidatos para hacer ejercicio o masaje. Otras personas son candidatas para estar todo el día con la máscara porque hasta que no se fortalezca o no se estabilice la piel, no se pueda hacer un cambio a un material más rígido.

Los tiempos de uso aumentan de forma progresiva dependiendo del umbral de dolor del paciente.

¿Cuál ha sido el paciente qué más ha marcado su carrera?
Son varios, pero alguien que recuerdo mucho por su valentía es María Paula Vargas. Ella ingresó en delicado estado de salud al Hospital Simón Bolívar. La menor sufrió graves quemaduras de segundo y tercer grado. Ese día María Paula se encontraba con sus padres en la panadería del barrio Luján, cuando la aeronave colisionó contra el establecimiento.

Desde su ingreso, la pequeña siempre estuvo en delicado estado de salud. Su padre, de 50 años, falleció en el lugar de los hechos y su madre, con quemaduras de segundo y tercer grado en el 80% del cuerpo, falleció una semana después.

Desde que fue dada de alta, la menor y su familia siempre han resaltado la labor del personal asistencial que participó en su recuperación durante esa larga estancia hospitalaria. Reconocen la entrega total de los profesionales del Hospital Simón Bolívar, quienes fueron pieza clave en su proceso de recuperación a través del cual se le implementaron tres máscaras.

¿Por qué trabajar en el pabellón de quemados?
Trabajar en la unidad de quemados se convierte en un reto diario desde que ves al paciente llegar con esa dependencia funcional. Verlos con quemaduras graves y empezar a ver su progreso con terapias y acompañamiento médico resulta satisfactorio. Además, que luego puedan mover su mano, su cuerpo y que empiecen a ser independientes pese al dolor y las lesiones.

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