el superbuñuelo de Colombia
Foto de: Kienyke

De corteza crocante y un centro suave y esponjado: Así es el buñuelo que miles de personas llegan a buscar a Sabaneta, el municipio más pequeño de Colombia, como si se tratase de un peregrinaje.

Y no es una exageración. Sea martes, Día de la Vírgen María Auxiliadora, o todos los días del mes de diciembre, los ríos de gente que llegan hasta el Parque Simón Bolívar para deleitar el paladar con esa delicia nacional son incalculables.

Las dos pailas con aceite que rebosa, ni hirviendo ni muy fría, para que los pasabocas redondos queden a punto, empiezan a funcionar desde las 6 de la mañana y así por 19 horas, sin interrupción, para cumplir con la demanda.

El Peregrino, un negocio que por 25 años ha estado en la misma esquina, en el pasaje de las delicias gastronómicas de esta localidad del sur del Valle de Aburrá, ha tomado tanta fama y su producto es tan apetecido, que el buñuelo se ha convertido en un espectáculo que robó hasta páginas de los Guiness Record. 

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En una vitrina, al lado de las pailas de cocción, exhiben el que de lejos parece un balón de baloncesto pero en realidad es el buñuelo más grande de la región, de Colombia y quizá del mundo. Tiene unos cuatro kilos de pesos y su preparación toma cerca de cuatro horas. Doña Ángela María Flórez, una mujer campesina que dejó el campo para tener mejor vida haciendo este particular alimento de sol a sol, es una de las encargadas de preparar la masa, moldearla hasta que adquiera esa perfecta forma redonda, y cocinarlo por el tiempo justo para que quede delicioso.

Y es que además de decorar, tiene comensales. Quien quiera disfrutar del manjar debe primero estar dispuesto a pagar los 50.000 pesos que cuesta y luego a compartir, porque es imposible que una persona sola se lo coma.

El secreto de este y de los de tamaño regular, contó doña Ángela, es el quesito. Sí, lo que enamora a los comensales de estas bolas de masa hecha con harina, huevos, leche y un toque de azúcar, es ese producto lácteo que normalmente acompaña las arepas.

El buñuelo, dicen los comensales, parece heredar esa textura delicada, que se deshace en la boca, y hace a los del Peregrino únicos.

El más pequeño, de unos 180 gramos, cuesta 3.200 pesos, el que le sigue, que pesa cerca de un kilo, vale 10.000 y el gigante solo se hace por encargo.

En alianza con Kienyke 

 

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