Crédito: Grete Stern (izq) y Jeon Han (der)

canal-semana2

Es imposible no asombrarse ante la fotografía del encuentro entre Jorge Bergoglio y Jorge Luis Borges. Reconstruimos la historia de la imagen que contiene, tal vez, lo que Borges llamaría “la memoria de lo pasado y la previsión del porvenir, vale decir, el tiempo”.

La imagen, tomada en agosto de 1965, muestra al maestrillo jesuita Jorge Bergoglio –a quienes sus alumnos llamaban Carucha por su “cara de nene”– mientras recibe al ya renombrado Borges en la sala de visitas del colegio Inmaculada Concepción de la provincia argentina de Santa Fe. Su rostro, con ademán gentil, se muestra complacido al dar la bienvenida al intelectual que aceptó dar unas clases de literatura gauchesca invitado por el religioso de 29 años, que aún no se había ordenado sacerdote.

En medio de ambos, otro maestrillo de letras inclina la cabeza rehuyendo a la cámara. “Yo tengo la cabeza inclinada por perfil bajo. Escuchame –recalca–, ¡hace 50 años de esta foto! Bergoglio era el profesor de letras en ese entonces... ¡no era el papa! Yo no sabía que tenía que recordar ese momento para refrescarlo tanto tiempo después”, responde Jorge González Manent, que se llama a sí mismo ‘el tercer Jorge de la foto’, mientras intenta hurgar en su memoria detalles de la única imagen existente conocida hasta ahora entre ambos hombres, tomada por un fotógrafo de el periódico El Litoral.

La búsqueda de los protagonistas de entonces nos lleva a las memorias entrañables de alumnos de cuarto y quinto año de aquella época. Uno de ellos es Rogelio Pfirter, diplomático argentino de vasta trayectoria, nombrado a finales de 2015 embajador del país en el Vaticano. “Parece un juego borgiano del azar convertirse en el embajador de un profesor del secundario convertido en papa. Esa es una simbología que me emociona –admite Pfirter–. El tiempo ha jugado para hacernos andar por distintos caminos y unirnos al final. Haber tenido a estos dos hombres juntos es una experiencia que mis compañeros y yo llevamos grabada como algo excepcional”.

Y lo excepcional se remonta a aquellos días, luego del curso dictado por Borges, como lo relata el propio Bergoglio ya siendo cardenal de Buenos Aires, al prologar el libro De la edad feliz, en el que otro de los alumnos, el hoy periodista Jorge Milia, evoca esas vivencias. “Como ejercicio literario les pedía que escribieran cuentos; me impresionó su capacidad narrativa. De los cuentos escritos seleccioné algunos y los escuchó Borges. Él también quedó impactado y alentó la publicación; además quiso prologarla, recuerda Bergoglio, en el texto fechado el 1 de mayo de 2006,  que parece dialogar con aquél prólogo de Borges al introducir el libro de los alumnos, llamado Cuentos originales, que adquiere hoy un indudable tono profético.

 Este prólogo no solamente lo es de este libro, sino de cada una de las aún indefinidas series posibles de obras que los jóvenes aquí congregados pueden, en el porvenir, redactar. Es verosímil que alguno de los ocho escritores que aquí se inician llegue a la fama, y entonces, los bibliófilos buscarán este breve volumen en busca de tal o cual firma que no me atrevo a profetizar, escribe Borges el 7 de octubre de 1965.

Entre las gemas de aquellos recuerdos se destaca una anécdota desconocida que nos refirió entre sonrisas Jorge González Manent y que aporta un inimaginable momento de intimidad entre el hoy papa y el escritor: “Recuerdo que lo íbamos a buscar al hotel. Un día sube Bergoglio a buscarlo a la habitación y tarda más de lo que se supone para ir a un tercer piso. Cuando vienen, disimuladamente le hago el gesto de ¿qué pasó? Y Jorge disimuladamente me dice: ‘El viejo me pidió que lo afeitara’”. Acaso Borges en algún lugar sonría pensando que tuvo de barbero al papa.

Por Cristina Pérez
Periodista. Conduce Telefe Noticias en Argentina y escribe para BBC Mundo. Esta historia se publicó originalmente en BBC Mundo.

Para ver todas las noticias de Bogotá visite www.conexioncapital.co. Encuéntrenos también en Facebook como Canal Capital.