Andrés Felipe Carvajal es un cadete de la Policía que se encuentra en grave estado de salud tras atentado a la Escuela General Santander.

Cinco agentes más de la policía, víctimas del atentado terrorista perpetrado por el Eln, que dejó un saldo de 21 muertos y 71 heridos, siguen luchando por su vida. Sus pronósticos son reservados. Dos de ellos permanecen en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), en Hospital El Tunal, al sur de Bogotá, y en el Hospital de la Policía, en el centro de la ciudad.

Carvajal es uno de ellos. Aunque los médicos dicen que ha evolucionado, está grave. Permanece con respirador artificial y en coma inducido desde el mismo instante en que ingresó al Hospital el Tunal.

Ha recibido varias cirugías en su cuerpo: en una de sus piernas, que la tiene con tornillos y la última de ellas se la practicaron este lunes 21 de enero, en el tórax. También sufrió afectaciones en el hígado, sus pulmones y su cuerpo tiene importantes quemaduras.

Carvajal es un joven de 24 años que siempre, según su hermana Daniela, ha sido un guerrero en la vida. “Todo lo ha conseguido con sacrificio y trabajando duro para lograrlo”, dice ella, desde una fría sala de espera de hospital.

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Andrés nació en Chiquinquirá, creció con su madre y algunos años de su infancia con sus abuelos paternos. De joven, mientras cursaba el bachillerato, soñaba con ser médico, y especializarse en pediatría. “Ama a los niños”, dice Aura, tía de Leidy Arciniegas, novia del policía, a quien considera como un sobrino más.

“Es un hombre al que le ha tocado muy duro en la vida. Todo lo ha hecho con sacrificio. Desde que lo conocimos lo acogimos en la familia y hoy es un miembro más de ella”, dijo Aura, con voz afligida.

Al no poder estudiar medicina, por falta de dinero, luego de prestar el servicio militar en el Ejército, tomó la decisión de seguir en la milicia, pero cambió de fuerza y se presentó al nivel suboficial de la Policía, como patrullero, donde estuvo tres años, durante los cuales visualizaba otro sueño: ser general de la República. Un reto económico que tampoco fue fácil asumir.

Hace dos años se presentó a la Escuela de Cadetes General Santander. Con ayudas de la familia y con algunos préstamos consiguió los casi 15 millones para el ingreso. El sueño comenzaba a materializarse y su vida tenía el rumbo que quería, hasta que el terrorismo se atravesó en su camino.

Andrés estaba cerca del carro bomba que el Eln puso en la escuela de policía donde cursa el cuarto de los seis semestres que tiene que aprobar para salir como subteniente. Su hermana cuenta, porque se lo han dicho, que él acababa de salir de una ceremonia que se oficializaba al frente de donde explotó el Nissan Patrol color gris cargado con 80 kilos de pentolita. “Los compañeros dicen que Andrés iba del sitio de la ceremonia hacia el comedor y que tuvo que pasar cerca del vehículo”.

Debido al coma inducido ninguno de sus familiares ha podido hablar con él. Dejan entrar a verlo un par de minutos y solo pueden hacerlo su papá, su mamá y Leidy la joven con la que tiene planes de matrimonio.

“Que Colombia eleve una oración por mi muchacho y por todos los que siguen hospitalizados, dice la señora Aura, con la voz entrecortada, y remata, “necesitamos un milagro para que Andrés, quien siempre ha sido un guerrero, le gane esta batalla a la muerte”.

Vía: KienyKe

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