Colombia conmemora, este sábado, los 18 años de la masacre de 79 personas en el municipio de Bojayá, ubicado en el departamento del Chocó, al noroccidente del país. El hecho se convirtió en uno de los momentos más recordados y significativos del conflicto en el país.

El 2 de mayo de 2002 la exguerrilla de las Farc lanzó un cilindro de gas cargado con explosivos a una iglesia de Bellavista, el casco urbano de Bojayá, donde una centena de personas se resguardaban de los enfrentamientos que el extinto grupo insurgente mantenía con paramilitares.

“Después de casi dos décadas, la comunidad aún llora a sus muertos. Sin embargo, este sábado recordará la tragedia con un componente muy especial: es el primer 2 de mayo en el que saben dónde reposan los cuerpos de sus familiares”, indicó la Unidad para las Víctimas de Colombia sobre el significado del aniversario 18 de la masacre.

Los habitantes de Bojayá recibieron los restos de sus familiares asesinados, hace 18 años, el pasado mes noviembre luego de que la oficina de Medicina Legal en Colombia terminara un proceso de identificación de los cuerpos.

Los familiares lograron enterrar y homenajear a sus seres queridos fallecidos, con los tradicionales actos fúnebres de la zona, que incluyen cantos, ritos y rezos.

El entierro de las víctimas fue imposible luego de la masacre. La comunidad solo tuvo tiempo de huir de la guerra y resignarse a poner los restos de sus familiares en fosas comunes. Luego los cuerpos sin identificar fueron trasladados a un cementerio en Bojayá.

Sus pobladores aseguran que el ataque transformó para siempre a Bojayá y que las heridas causadas por la masacre son profundas e imposibles de superar.

“Si esa situación le dio la vuelta al mundo, imagínese acá cómo fue. Es algo que uno no se lo cree. Es algo muy escalofriante, tremendo y duro”, afirmó a la Agencia Anadolu la esposa de un hombre al que la masacre le quitó a más de una decena de sus familiares.

La mujer, quien se abstuvo de revelar su nombre, indicó que años después de la tragedia no se puede hablar de que la herida cicatrizó, porque en el municipio se está dando una confrontación entre la guerrilla del ELN y un grupo paramilitar conocido como el Clan del Golfo, que revive el horror sufrido en 2002.

Los dos grupos armados ilegales han confinado a poblaciones de la zona, en especial indígenas que viven en la ribera de ríos de Bojayá que 18 años después de la masacre son escenarios de disputas pues sirven de rutas para el narcotráfico.

Información tomada de Agencia Anadolu

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