Foto: Alcaldía de Bogotá
Foto: Alcaldía de Bogotá

María Jazmín Castro Marín tiene 38 años. A los 15 decidió irse de su ciudad natal en Caldas hacia Manizales en compañía de una amiga de la familia que, con engaños, la fue sumergiendo en la prostitución.

Luego, con mucho esfuerzo, se liberó y se instaló en Bogotá para empezar una nueva vida, pero contrajo una enfermedad que le impidió cumplir su meta y la hizo caer en depresión.

Con el tiempo estableció una relación sentimental de la que nacieron dos hijas, que ahora tienen 20 y 17 años y que son el motor que hoy la impulsan a cambiar su estilo de vida.

Empezó a habitar calle en la localidad de Chapinero y luego se fue a expender droga en el barrio Santa Fe. Estuvo 23 años en la calle hasta cuando conoció a los ‘Ángeles de calle’ de la Secretaría de Integración Social, quienes realizan recorridos por la ciudad convocando a los ciudadanos habitantes de calle a usar los servicios de la entidad y, en el caso de Jazmín, a hacer un proceso de recuperación de hábitos y vida en comunidad.

“En la calle yo era una mujer solitaria, mis hijas no sabían nada de mí. Y la calle, que es tan dura, tan fría…” Llegó a pensar en quitarse la vida porque no le encontraba sentido a nada. “Los ‘ángeles me encontraron tirada en un andén, y gracias a ellos estoy haciendo de nuevo un proyecto de vida. Me siento fortalecida, recuperé mi autoestima y mi salud ha mejorado”, cuenta Jazmín.

El primer anhelo de Jazmin es ser cocinera para aprovechar lo aprendido en una experiencia laboral que tuvo en un restaurante italiano. Quiere hacerlo por su desarrollo profesional lejos de la calle y las drogas, pero también para alcanzar una estabilidad que le permita sentirse segura para lograr su anhelo final: encontrarse con sus hijas y compartir con ellas como lo que es, una madre y abuela.

Con el apoyo de la Secretaría, Jazmín busca finalizar su etapa de recuperación y terminar su proceso en la Comunidad de Vida Hogar ‘El Camino’, donde, junto a sus 110 compañeros, trabaja con voluntad para demostrarse a sí misma que puede volver a vivir dignamente.

“Soy abuela, y ese es motor para salir adelante. He soñado que vamos a integrarnos como una familia y que las voy a recuperar. He soñado que voy a vivir con mis hijas y mis nietos. Y quiero apoyarlos hasta el final porque, a pesar de todo, ellas todavía me dicen que también soy su motor”.

Llena de ilusión y de confianza en su proceso, a otras madres les aconseja “valorar a sus hijos porque los años pasan y el amor verdadero está en la familia”.

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