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viernes, marzo 29, 2024

Una batalla contra la sociedad

Habiendo nacido niña, Joan Sebastián, como ahora se llama, con el paso de los años se vio enfrentado a tener que definir su situación militar al haber establecido que su identidad sexual era la de un hombre.

Conseguir la libreta para poder adelantar diferentes trámites, fue una odisea para él como hombre trans.

Desde muy pequeño tenía las cosas claras. Llegó al punto de preguntarse si era lesbiana. Si gustarle a las mujeres era lo que lo hacía diferente, aunque llegó a la conclusión de que no era así. Por esa razón empezó a comportarse como un “tomboy” o “marimacha” como algunos le gritan por la calle.

A pesar que de pequeño era la niña consentida de la casa, no iba con lo femenino. Desde los cinco años se apasionó por el fútbol y es amante del azul de Millonarios y de las canchas de micro de su barrio. En su infancia nunca le importó que le pusieran sobrenombre o que se burlaran de él, ya que estar con el balón era de alguna forma su camuflaje, su salida de un cuerpo que reprimía su verdadero ser.

Sus años de colegio no fueron fáciles y el "bullying" era el pan de cada día. Su batalla diaria era contra la obligación de irse en falda. En un acto rebeldía se iba en sudadera, se cubría su largo cabello con el buzo y así aparentaba ser un chico. Cuando era candidato para hacer presentaciones de baile, prefería dar un paso al costado y ver de lejos un panorama en el cual no se sentía cómodo.

Dice que soportó todos los abusos de su familia hasta que finalmente decidió hacer un cambio. Comenzó poco a poco. Se fue cortando el cabello pasando una cuchilla para graduar el nivel y fuera evidente la piel de su cabeza. Exigió que le llamaran Joan. Con autonomía empezó a mostrar quien era de verdad, pero la sociedad volvió a jugarle una mala pasada.

Entró a la universidad hacer una carrera técnica en diseño gráfico. Para ese momento aún no había cambiado su nombre y cada vez que lo llamaban a lista, los profesores pronunciaban el nombre femenino con el que había sido registrado al nacer. Las burlas, los comentarios y los insultos no se hicieron esperar. Al final logró superar los obstáculos, se graduó e intentó continuar con sus estudios.

Buscó profesionalizarse en diseño gráfico, pero en ese momento todo empeoró. La intolerancia creció en su entorno, pero no solo con chistes o apodos. Un día cuando entraba al baño fue atacado, cayó al suelo y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, se levantó asustado y desconcertado y vio su cara llena de sangre.

Su reacción fue correr hacia su casa, sin mirar atrás. Ese fue el último día que se volvió a saber de él en la universidad.

Pasaron tres años antes que intentara volver a estudiar. En ese tiempo buscó trabajo en lo que le saliera, pero dice que siempre que se presentaba a entrevista le hacían una cara de “no va a pasar”. Le ponían trabas por los papeles, por la cédula, por la libreta militar, “la bendita libreta militar”.

Por esa razón no espero más y empezó hacer el trámite. Para él fue un camino al infierno levantarse e ir a preguntar por su situación militar mientras soportaba abusos, e insultos como el clásico: “pero usted es una mujer”.

Para Joan fue difícil pero no imposible y se lleno de valor y paciencia. Ahora es él, como guía, quien acompaña a los jóvenes que apenas se inician en este camino.

Aunque tiene sus papeles al día, Joan sigue sin encontrar trabajo. No se frustra y hace las labores que consigue por encargo: hace tarjetas e invitaciones valiéndose de sus conocimientos en diseño gráfico. No pierde el tiempo y espera que poco a poco la sociedad lo acepte como Joan Sebastián García. Que algún día se olvide el nombre de esa persona que reside en el pasado a la que ya no le puedan negar un empleo argumentando que no tiene libreta militar.

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