presos bordadotes en Bogotá
Fotos de: Anadolu

“Las otras especies”, dice el bordado. En él, el pluma, mandamás del patio, es un husky siberiano. El carro, mensajero del pluma, es una ardilla. El campanero, quien alerta de las redadas, es un gallo. El encausado, triste reo que solo piensa en su proceso judicial, es un venado. La escoba, ladrón de objetos de valor “dando el pago” -descuidados por alguien-, es un perro cavalier. El psiquiátrico, interno con trastornos mentales, es un gato psicodélico.

El periodista, mano derecha del pluma que memoriza los datos de los nuevos prisioneros, es el tercer canino del tejido. La liebre, enemigo que surge por cualquier motivo, parece un pollo amarillo. El búho, hombre silencioso respetuoso de los 'códigos' carcelarios, es un búho. La lavadora o Whirlpool, recluido por cometer delitos sexuales y obligado a limpiar baños, celdas y ropa, es un conejo. El sopa, perezoso y dormilón, es una especie de felino con sobrepeso. El predicador, penado que enseña una doctrina religiosa, es un pingüino. El abogado, sujeto con conocimientos legales empíricos que ha pasado por muchas cárceles, es un oso.

Los arriba nombrados son algunos de los personajes que componen el orwelliano ‘En sueño: el diario secreto de León’, un libro en tela bordado a mano por unos 19 hombres privados de la libertad que esperan sentencia en la Unidad de Reacción Inmediata (URI) de Puente Aranda, Bogotá, Colombia.

Allí, las manos confinadas y emparentadas por un ejercicio restaurativo hilan los versos escritos por un poeta que mató a su hermano.

Las piezas originales de esta fábula redactada por Luis Daniel León, quien paga una larga condena en la cárcel La Picota por un crimen que no recuerda, tendrá un espacio en la VI edición del festival de arte Barcú que se celebra en el barrio La Candelaria del 17 al 22 de septiembre.

En dicho espacio será presentado este libro catártico donde, a través de una serie de poemas titulados ‘Soy agua’, ‘Soy Caín’, ‘Soy humo’, ‘Soy mi madre’, entre otros, Luis Daniel León detalla metafóricamente -la selva como cárcel y los animales como reclusos- el choque emocional al que se enfrenta un hombre que ingresa por primera vez al sistema penitenciario colombiano.

León, el protagonista del libro, es todos los presos colombianos, un animal con características humanas que sobrelleva las pugnas diarias de un hábitat jerarquizado en el que cada especie conoce su rol. Un lugar donde los sentidos se agudizan, se mide cada vocablo y la palabra del pluma es la ley. Un espacio en el que la creolina baña pisos y paredes para evitar infecciones o enfermedades y en el que los utensilios personales son tesoros: las cuchillas de afeitar no tienen mango, las bolsas plásticas hacen las veces del clóset y cordones de zapatos; los cigarrillos son cigarrillos y moneda de transacción.

Según datos de la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia de Bogotá, entidad que impulsa este proyecto, para bordar las 26 dobles páginas del libro se requirieron 6.936 horas de trabajo -o un poco más, quizás- incluidos fines de semana y días festivos; unas 1.700 puntadas por hora, 320 dedos pinchados; 240 agujas partidas y dobladas; cerca de 10 kilómetros de hilo mouliné y perlé entretejido, y ocho kilómetros de desbaratado, es decir, bordados que se tuvieron que deshacer para ser hilados de nuevo.

Tan dispendioso trabajo fue liderado por Daissy Romero Martín, profesora del taller ‘Hombres Bordadores’ y encargada de dibujar los animales imaginados por Luis Daniel en el laboratorio creativo ‘Hombres Escritores’. Ambas iniciativas son desarrolladas con personas privadas de la libertad en el marco de un modelo de atención basado en la justicia restaurativa y en el respeto a los derechos humanos.

“Cuando León llegó acá, llegó muy chocado -dice Romero Martín-. De hecho, al preguntar en la clase cuántos eran culpables, León era el único que respondía: yo. Cuando le iban a dictar la pena por homicidio (34 años), él los quería. Decía que para lo que sucedió con su hermano 34 años no eran suficientes”.

“Entonces en este caso lo que hizo el arte -visto como poesía y bordado- fue transformar una vida porque cuando él estaba aquí tenía muchas ideas suicidas que fueron cambiando. Un día nos contó a todos los bordadores que se había intentado suicidar, que estaba muy triste. Ahí le empecé a hablar un poco de la resiliencia y cómo ese dolor podía ser luz para otros, cómo su arte (escribir) podía mostrarles tesoros ocultos a otras personas”, comenta la profesora Romero, mientras lucha con el eco de la voz de Robert de Niro, quien desde un televisor de la biblioteca de la URI de Puente Aranda asegura que hay tres maneras de hacer las cosas: “La correcta, la incorrecta y la mía”.

Otra persona fundamental en la confección de ‘En sueño: el diario secreto de León’ fue Carlos Andrés Escobar Suárez, tatuador de profesión, quien al igual que Daniel León estuvo en un principio vinculado con el laboratorio de ‘Hombres Escritores’ y luego pasó a integrar el grupo de los bordadores.

Andrés Escobar es un mapache en el libro. Tiene unas profundas ojeras que sostienen su mirada y ocho dedos de las manos tatuados con letras que forman la frase: “Stay punk”. Afirma, con voz gutural, que las pasiones de su vida son el BMX, la música, tatuar y ahora el bordado, una técnica tradicionalmente ejercida por mujeres con la que pretende ganarse la vida cuando salga “de todo este rollo”, una condena de seis años.

“Somos hombres que llegamos a este sitio discriminados -manifiesta Escobar-. Personas por las que la sociedad ya prácticamente no da nada. Pero en este plano el trabajo de resocialización por medio del bordado es buenísimo. Cada puntada, cada enhebrada de una aguja, seleccionar un hilo, todo es un trabajo muy metódico que permite plasmar sentimientos y cultivar la paciencia”.

“En cuanto al libro, espero que trascienda -concluye Escobar-, porque la historia de Daniel es tremenda. Él es un verraco, es un valiente, ponerse a escribir sobre esa vivencia no lo hace cualquiera. Pocos son capaces de decir: ‘Parce, maté a mi hermano y le dejé un hueco en el corazón a mi mamá, le dejé un hueco en el corazón a mi familia, tengo un hueco en el corazón’. Quiero que el libro le enseñe a quienes lo vean que nosotros no estamos entrando en el silencio de la oscuridad”.

Por: Santiago Serna Duque - Anadolu. 

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