Para nadie ha sido fácil vivir en pandemia. El coronavirus y su consecuente cuarentena se expandieron por el mundo tan rápido, que tomaron a todos desprevenidos y los planes de acción para proteger a la población, en algunos casos, han resultado más difíciles que la misma enfermedad.
Acomodarse a la “nueva normalidad” no ha sido sencillo. El cambio de las clases presenciales a las virtuales desencadenó una serie de desafíos desde la misma tecnología hasta las relaciones sociales de amistad y familia, y justo allí, como efecto dominó, en que las casas pasaran de lugar de descanso a espacios donde se hace todo menos descansar.
El panorama de educación virtual puso a 787 mil estudiantes de colegios públicos de Bogotá a estudiar desde casa y las prácticas virtuales subieron un 40 %, según la Secretaría de Educación.
La escuela en casa desencadenó en que la pandemia se hiciera más difícil sobre todo para las mujeres. Cuidar del hogar, atender a la familia, trabajar y hacer de compañera de colegio e incluso de profesora ha puesto sobre la mesa un tema que siempre ha sido evidente pero que se ha ignorado con el pasar del tiempo.
Los tiempos de confinamiento recrudecieron el escenario de ser mujer y atender los quehaceres domésticos, sin una posibilidad equilibrada de descanso, impactó la salud mental y emocional de las mujeres, considerado como uno de los grupos poblacionales más vulnerables de la pandemia.
Un estudio reciente de Profamilia en tiempos de COVID-19 apunta que: 78 % de las mujeres perciben una o varias afectaciones en su salud mental, respecto al 68 % de los hombres.
Sin ir más lejos, según la Encuesta de Pulso Social (DANE, 2020): “Durante agosto de 2020 el 39,6 % de las mujeres se sintieron más sobrecargadas con los oficios del hogar, frente al 20,0% de los hombres, durante los últimos 7 días y en comparación con la rutina diaria antes del inicio de la cuarentena/aislamiento preventivo”.
Además, en el estudio “Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia” del DANE se resalta y alerta que la pandemia ha hecho más evidente las condiciones de desigualdad e incluso asegura que ha habido retrocesos en el tema, en efecto argumenta: “A las mujeres les restan 6 horas (del día) para trabajar, estudiar, capacitarse y divertirse, mientras que los hombres cuentan con 10 horas para distribuir entre dichas actividades”, luego de dedicarse al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado.
A medida que las restricciones se van levantando y la alternancia escolar se aplica, las mujeres empiezan a sentir un respiro, sin embargo, la pandemia ha puesto en evidencia lo mucho que nos falta evolucionar como sociedad y reforzar las discusiones sobre equidad de género no solo entre instituciones sino también entre familias para disminuir la brecha de género.
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