‘¿Qué se entiende por comunicación pública?’, esta es la pregunta con la que abre esta nueva temporada de #DebateLaCultura, el programa de todos los viernes en ‘Mesa Capital’. En esta ocasión, la antropóloga y gestora cultural Catalina Ceballos, conversa con las politólogas y periodistas María Paula Martínez y Lariza Pizano.

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Para entender el funcionamiento de los servicios públicos de comunicación, es importante tener en cuenta 2 puntos:

  1. La ley 182 de 1995 que reglamenta el servicio de televisión y formula políticas para su desarrollo, procurando democratizar el acceso a este. Además, apunta a que este servicio público está vinculado, intrínsecamente, a la opinión pública y la cultura del país como instrumento dinamizador de los procesos de información y procesos audiovisuales.
  2. La ley 1185 de 2008 de radiodifusión pública, a través de la resolución 415 del 2010. Esta busca que en el ejercicio de la libertad de expresión, formación y demás garantías constitucionales, los proveedores de radiodifusión sonora contribuyan a difundir la cultura y los valores esenciales de la sociedad colombiana para fortalecer la democracia.

En ese orden de ideas, Catalina pregunta: ¿Qué significa comunicación pública?

“Hablamos de medios como la radio, la televisión y ese ecosistema, y por otro lado la comunicación comunitaria. Se imagina que la comunicación pública es de donde se pueden expresar formas desde abajo y desde varios intereses en distintos formatos. No hay un consenso en esa definición, tienen el imaginario de que es comunicación de gobierno o tendrán una idea de que es la de seguridad, teniendo en cuenta que los grandes comunicadores que hay en el país son las 110 o 120  emisoras de los militares”, dice María Paula Martínez, periodista invitada.

Actualmente en Colombia contamos con 9 canales públicos en casi todo el país que, a pesar de tener un sistema de funcionamiento tan adverso, se niegan a desaparecer gracias a la conectividad que manejan en sus distintos formatos (radio, tv pública etc). Sin embargo, su difusión resulta insuficiente si no hay un sentido de identidad de los contenidos que, desde allí, se transmiten.

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“El menosprecio hacia los medios públicos deriva de una debilidad de una construcción de nación, que se ve reflejado en un presupuesto. Gobierno tras gobierno nos cambian la perspectiva de lo que debe ser la orientación política y pública de los medios. Mientras que, en el periodismo uno puede ver una diferencia muy grande entre lo que hacen los medios locales y lo que hacen los nacionales. Por ejemplo, los medios de Bogotá en su creación están asociados a una lógica muy local: es porque había una decisión política de construir identidad urbana”, explica Lariza Pizano, columnista de El Espectador, invitada al programa.

Otra de las premisas más debatidas a lo largo de la transmisión fue la idea de independizar a los medios públicos del Ministerio de las TIC, para que los contenidos de estos dejen de ser proyectos de inversión y se conviertan en entidades adscritas al Ministerio de Cultura. La otra propuesta es que siendo autónomos reciban parte del presupuesto general de la nación.

“Yo le sumaría a esa propuesta que fuese el camino para encontrar un modelo de autosostenibilidad. Hoy en día el 100% de los recursos vienen del presupuesto nacional público, no es el caso de otros países donde los canales públicos reciben dinero de la gente gracias a que son creíbles y generan confianza. No es posible pensar en su independencia sin que la base de su financiación se resuelva. Además que el modelo actual no deja tener una continuidad en contenidos regionales”, manifiesta María Paula Martínez.

A todo el debate se le sumaron varios temas como el por qué las audiencias no consumen contenidos de los medios públicos, a pesar de la nostalgia que estos generan; cuál debería ser el valor agregado de estos canales para ser reconocidos como servicios públicos igual de valiosos como el agua o la luz; y la falta de propuestas que existen, desde los aspirantes a Cámara y Senado, sobre los medios de comunicación pública.

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Finalmente, Catalina cierra con dos recomendaciones culturales: Entre el 4 y 7 de mayo se desarrollará en Bogotá el BIME (Congreso internacional de la industria de la música), que contará con charlas de Draco Rosa y Francisca Valenzuela. La inscripción tiene costo. También invita a toda la audiencia a leer el libro del historiador Juan Camilo Rincon, “Colombia y México: entre la sangre”, un retrato entre las voces y letras de escritores de ambos países.

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