La última golpiza que soportó María Paula

El viernes en la noche María Paula La Rotta se miró al espejo. Quedó aterrorizada. No se reconoció.

La piel tersa, los ojos claros, los pómulos rosados y los labios finos ya no estaban. Tenía la cara y el contorno de sus ojos hinchados. La piel morada. Era sangre coagulada. Su novio le acababa de dar una paliza. Otra más.

Verse así la avergonzó. Fue la gota que rebosó la copa y decidió irse del apartamento que compartía con el agresor desde hace un año. Denunciarlo. Él no la dejó sacar nada.

“Si se va, se va con la ropa que tiene puesta. Y si me denuncia le mato al gato”, le gritó Carlos Arbeláez Ocampo.  Yako (el gato) estaba bajo la cama, igual de asustado que su dueña.

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Catalina La Rotta, hermana de María, le contó a KienyKe.com que “siempre” sospechó del profesor de sociología de la Universidad Javeriana.

“Siempre tuve una mala vibra. Cuando iba a visitarla y él llegaba, me iba de una vez. Siempre me transmitió una energía negativa sin yo saber que él le pegaba a mi hermana”. No se equivocó.

Sospechó por primera vez luego de que la pareja llegara de un viaje que hicieron a México. Catalina estaba en el apartamento de su hermana cuidando a Yako. Carlos no sabía que ella estaba allí.

“Llegó con el ojo morado. Lo primero que pensé fue ‘ese tipo le pegó’. Ella siempre lo negó y se inventó una historia”. Para cuidar la imagen de su novio, María dijo que había tenido un accidente en carro. Nada más alejado de la realidad.

“Teníamos la imagen de niño bueno, de buen profesor. Nunca vimos una faceta mala de él. Nos vinimos a enterar de esto de sopetón. Ella lo venía callando por miedo”.

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María Paula describe a su exnovio como una persona tranquila, estudiosa, inteligente, con mucho potencial académico Pero “cuando tomaba se tornaba agresivo”.

La picota pública. “Ahora la gente me critica por no haber denunciado antes, por demorarme. Pero cuando uno ama, uno no piensa en eso. Las circunstancias no son las que uno espera”, dice María.

“Callé porque siempre traté de pasar la página y preservar la relación. Nunca es tarde para denunciar.  Lamento el sufrimiento de la familia de él porque son buenas personas”.

“Denunciarlo no fue fácil. No lo iba a hacer pero una amiga me impulsó a tomar esta decisión de amor propio pienso en el sufrimiento de mi familia. Uno no tiene por qué permitir esto. No hay un motivo para la violencia”, reflexiona.

Con el tiempo, Carlos Arbelaez Ocampo, el profesor contestatario, proactivo y comprensivo, se transformó.

“Se volvió celoso, obsesivo, quería mantenerme ahí. No le gustaba que tuviera amigos”.

María asegura que no volverá con Carlos. Él, según dicen personas cercanas, guarda esa esperanza. Aún no la ha dejado sacar sus pertenecías del apartamento en el que vivieron.

“Mi hermana le escribe correos porque tiene sus cosas allá y debe ir a recogerlas y no responde”. Vivían cerca a la Universidad  Javeriana.

“Me escribió una carta pidiéndome perdón. Diciéndome que le ayudara a buscar ayuda. Pero ya no quiero. Ya es tarde para eso”, concluye María.

El profesor Carlos Arbelaez Ocampo no responde llamadas. No responde correos. Eliminó su perfil de Facebook. 

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