Eran las 5:20 de la madrugada del sábado 28 de mayo del 2016, cuando 2.500 hombres de los Grupos Operativos Especiales de Seguridad de la Policía Nacional y de la Metropolitana de Bogotá, ingresaron al Bronx.

Lo hicieron de repente, sin levantar sospecha, de manera milimétrica para que la misión tuviera éxito. Los uniformados eran conscientes de que no se estaban enfrentando a cualquier poder delincuencial.

Decididos a cumplir la tarea encomendada: recuperar el orden; por primera vez en tantos años estaban desafiando a los capos que reinaban sin inconvenientes, sembrando el caos, el terror, que hacían de este lugar el paraíso del mal, donde no solo se compraba droga, también sometían a mujeres y a menores de edad a la prostitución; donde también secuestraban y extorsionaban; donde, además, también asesinaban.

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Fuertemente armados entraron a cada una de las casas a realizar el operativo: dar captura a los responsables del mayor expendio de drogas de la capital colombiana, rescatar a menores de edad y ponerlos a disposición de las entidades competentes.

Desde el aire, el Halcón de la institución los apoyaba para que los señalados jefes de las ollas enquistadas en este punto céntrico y los conocidos sayayines no pudieran huir por los techos.

La operación se coordinó con cuatro meses de antelación y permitió desmantelar los denominados ganchos Mosco, Manguera y Payaso, principales bandas que controlaban la venta de sustancias alucinógenas.

Por: Fredy Guerra

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