Este domingo, en conmemoración de los 30 años de la muerte de Carlos Pizarro, Capital transmitirá Pizarro, documental que retrata la parte humana de uno de los líderes más representativos que tuvo Colombia a finales del siglo XX.

Fue hace 30 años cuando a María José Pizarro le arrebataron a su padre; tiempo en el que la vida misma le cargó sobre sus hombros la historia del máximo líder del M-19; su guerra, su lucha, su política, su paz y sus anhelos de cambio. Toda esta herencia es la que la caracteriza y así la describe Simón Hernández, director del documental.

Este camino comenzó cuando María José decidió viajar por Sudamérica a los 18 años. Con esta experiencia empezó a encontrarse con él. ''Fue viajando que comencé a encontrarme con mi padre. Yo viajaba con un libro que tenía de él. Entonces fui leyéndolo y conociendo las experiencias de otras personas'', recuerda.

Después del recorrido por varios países de Sudamérica, regresó a Colombia. Pero la permanencia en el país fue corta al recibir amenazas de muerte, luego de la publicación del libro Mi Confesión de Carlos Castaño, quien fue uno de los autores intelectuales del asesinato de su padre. Por esta razón, decide salir hacia España.

‘‘En ese momento es cuando empiezan las preguntas. No estar un lugar donde nada le recuerda nada, donde no hay ni siquiera un relato común con Colombia. Entonces empecé a recoger ese archivo que construí durante mucho tiempo a través de cartas, libros, entrevistas, conversaciones con mi familia. Empecé como a intentar a entender qué era lo que me había pasado, a intentar a entender por qué yo tenía un cordón umbilical con la historia de este país, quién había sido mi padre, por qué lo habían asesinado’’, enfatiza María José.

Es ahí, en España, cuando se da el encuentro con Simón Hernández y deciden reunir todas las piezas recolectadas por años para reconstruirlas y trabajar en el documental. ‘‘La figura de Carlos se construyó a través del archivo. Se encontraron imágenes poco vistas del M-19. Encontramos a la persona que no había sido retratada. Fue interesante descubrir a la persona detrás del discurso y también detrás del guerrillero; también hallar al líder de paz. El trabajo de archivo hizo que Carlos volviera a la vida’’, señala Simón.

El recorrido del documental tomó fuerza con el archivo, pero para sustentarlo había que encaminarlo hacia los pasos de Carlos Pizarro. María José fue a distintas regiones del país. Fue a Jumbo, a Corinto, al Cauca para encontrar el relato de ese hombre que poco a poco fue reafirmando la idea que ella tenía de él: una persona con cualidades éticas y morales.

Aunque suene paradójico, María José encontró la humanización de la guerra a través de diferentes relatos que los pobladores de estas zonas del país le contaron sobre su padre.

‘‘Hay una anécdota muy linda que me contaron: se tomaron una población, si no estoy mal fue Pradera en el Valle o en el Cauca, y después de muchas horas de combate salieron los policías del puesto de policía y se rindieron, y mi padre apiló a todos sus hombres e hizo que les rindieran honores militares a los policías por su valentía en el combate’’, recordó María José, exaltando las cualidades que eran muy difíciles de encontrar en una guerra.

Asemejarlo con Don Quijote por los valores, y que no eran comunes en la sociedad colombiana de los años 80, sirvió para que María José los abanderara. El valor de la palabra empeñada, el valor de asumir las consecuencias de los hechos y el valor de la justicia colectiva y no individual fue lo que se quiso rescatar en el documental.

Por esta razón, hay un permanente diálogo entre padre e hija. Diálogo que fue por años a través de cartas, escritos y relatos que están reunidos en el documental. Pero este relato también trasciende hacia dos generaciones separadas por la violencia que atravesó el país. También es una invitación a la paz, para no regresar al pasado y avanzar en lo poco que se logró en los últimos años. Y así, las nuevas generaciones conozcan un poco de la historia que no se les ha contado.

‘‘Es una serie de piezas de memoria y una manera de entregárselo al país. Yo decía que parí a mi padre, pues básicamente fue así. Lo conocí, lo guardé dentro de mí, dentro de mi salió una forma desde la creatividad y desde el arte distinta de mostrarlo para entregárselo a las nuevas generaciones que no lo conocían tampoco. Entonces fue una especie de catarsis y conversación rota entre la generación de mis padres y la generación nuestra que no se pudo dar por todo lo que tuvimos que vivir en esos años’’, concluye María José.

Pizarro, no solo es un documental, es también ‘‘la construcción de María José más allá de Carlos y el vehículo para sanar el corazón’’. También, esa parte del sueño en el que se sientan a hablar sobre sus vidas; qué fue de él y qué fue de ella. Conocerle los gestos, sus emociones de las experiencias vividas. ‘‘Conocerlo a él por él y no a través de los demás’’.

 Por: Álvaro Clavijo - Periodista.

 

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