Se dice que Colombia debe transformarse en una “Sociedad del Conocimiento”. Algunos argumentan de manera pomposa que ya lo es. Para ello, se pone como ejemplo que en el país hay más celulares que personas, o que nuestras mejores universidades hacen parte de las primeras 500 del ranking mundial. ¿Será que sí?

La respuesta salta fácilmente a la vista: ¡no! No es sino verificar cuánto le destinamos como sociedad a la investigación científica y al desarrollo experimental como proporción del Producto Interno Bruto (menos del 0.5%, que dista del 2.5% aproximado en los países de la OCDE), o cúal es el número de personas con doctorado o dedicadas a la investigación (16 doctores graduados al año por millón de habitantes y 5 investigadores por cada millón de integrantes de la población trabajadora).

Ni hablar del número de patentes originadas por colombianos, o el número de citas que recibe nuestra comunidad académica. Que la ciencia, la tecnología y la innovación inciden de manera satisfactoria en la solución de problemas sociales en Colombia es, incluso, un anatema.

De acuerdo con el nobel Michael Spencer, la calidad de la gobernanza es el factor que mejor distingue a los países desarrollados de los subdesarrollados. En Colombia, por ejemplo, no hemos podido consolidar un sistema nacional que sea capaz de articular las necesidades y fortalezas de la academia, la industria, la sociedad y el país. Creamos un Sistema Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación (SNCTI) liderado por Colciencias en donde academia e industria no se sienten totalmente representados, y la sociedad civil está ausente.

Tenemos también un Sistema Nacional de Competitividad e Innovación (SNCI) en cabeza del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, que no se coordina con el primer sistema, y en donde la academia y la sociedad civil no tienen mayor participación. Lo anterior sin mencionar la desarticulación de estos sistemas con el Sistema Educativo Nacional, el (sub) Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria, el (sub) Sistema Nacional de la Calidad, etc., para mencionar los más sonados. La duplicidad de sistemas (y subsistemas) se ve agravada con la falta de especialización de funciones y competencias de las entidades nacionales que los conforman.

Desde el año 2010 se ha buscado alinear a los ‘descoordinados’ por medio de la fusión de los dos sistemas mencionados para simplificar su funcionamiento, mediante el Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCCTI), un ‘sistema de sistemas’ que abarca a todos los ‘sectores’, pero que solo existe en el papel. Como lo reconoce el CONPES 3866 de 2016 sobre la Política Nacional de Desarrollo Productivo, las entidades que hacen parte del SNCCTI hacen hoy en día de todo, sin una clara división de roles, provocando duplicidades e ineficiencia en el actuar del Estado en la materia.

Esta tarea de coordinación no se ha cumplido; en particular, porque no hay consenso sobre las características del sistema que requiere el país. Mientras que los científicos se muestran reacios a circunscribir sus actividades a la competitividad, los empresarios menosprecian la investigación básica o sin fines de lucro, y la voz de la sociedad civil no tiene representación real. Más aún, una organización de competencias y roles entre entidades estatales implica un alto costo para los fortines políticos y grupos de interés que dependen y se beneficia de dichas divisiones.

Sin un liderazgo al más alto nivel como lo sugiere la OCDE en sus evaluaciones a las políticas de Colombia, los actuales consejos, comités ejecutivos, comisiones intersectoriales y demás figuras de coordinación de nuestro sistema administrativo no tendrán otra función que servir de espacio de presentación de logros y exaltación de egos individuales, donde las decisiones estratégicas de largo plazo para el país brillan por su ausencia.

La creación del Ministerio de CTI prevista para antes de terminar el año, la conformación de la segunda versión de la Misión de Sabios que debe ofrecer recomendaciones en diciembre, y la reciente reforma al Sistema General de Regalías (SGR) para inversiones en CTI son ventanas de oportunidad claves para contribuir a resolver los problemas de gobernanza a nivel sistémico en la materia en Colombia.

Por un lado, el nuevo Ministerio debería asumir un rol de liderazgo político para conciliar los intereses y dirigir los esfuerzos de los distintos actores en una misma dirección, estableciendo canales de comunicación entre la academia, la industria, la sociedad civil y el Estado, tanto a nivel intersectorial como interterritorial. Para ello, este debería desmarcarse de Colciencias, por tratarse de uno de los tantos actores que, según se percibe, dividen al sistema. Más aún, que Colciencias se ‘convierta’ en ministerio es una forma de interpretar la Ley que lo creó, pues esta no lo dice explícitamente. Ello sería incluso inconveniente. En este sentido, el Ministerio de CTI deberá contar con una misión y estrategias claras, lo cual es más importante que tener un mayor presupuesto, elemento último que ha monopolizado y empobrecido los debates públicos en la materia.

La Misión de Sabios, por su parte, debe apelar a su visión independiente para formular recomendaciones sobre el país que queremos de cara a su creciente inserción en una aldea global en constante cambio en los ámbitos científico y tecnológico. Sus recomendaciones deberán ser un primer insumo para eventuales políticas de Estado que vayan más allá de sugerencias abstractas o del resorte de un solo gobierno, y evitar que terminen en declaraciones o principios sin poder vinculante.

Por último, la nueva estructura del SGR debería encaminarse a orientar los escasos recursos al logro de objetivos nacionales, aprovechando el conocimiento y riqueza existentes (biodiversidad, diversidad cultural, creatividad, recursividad, etc.), y atendiendo a las necesidades básicas.

Como quedó evidenciado en el marco del primer “Congreso Internacional sobre Gobernanza de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. Hacia el desarrollo inclusivo” (ver: www.congresogcti.com @RedGCTI) que se llevó a cabo el pasado 31 de julio, 1 y 2 de agosto en las universidades de los Andes, Externado y Javeriana, la comunidad interesada en estos asuntos en Colombia es cada vez más amplia y organizada y demanda soluciones rápidas y efectivas en esta dirección.

No hay duda de que el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación pueden ser vehículos para el crecimiento y desarrollo social inclusivo y ambientalmente amigable, pero ello solo es posible si se cuenta con el arreglo institucional adecuado para construir de una vez por todas una gobernanza real del sistema.

Por: Gonzalo Ordóñez Matamoros, Mario Andrés Pinzón y Juan Pablo Centeno - investigadores de la Universidad Externado de Colombia

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