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¿A qué se dedicaban los venezolanos en su país antes de llegar a Colombia?

“Ahorita no estoy tan bien. Pasé de ser un docente a un cantante de buses y restaurantes, pero yo sé que todo va a mejorar. Quizá pueda volver a la academia o conseguir a un estudiante que necesite clases de música aquí en Colombia”.

A Ángel Blanco no se le ve ningún asomo de tristeza, salvo cuando se le pregunta en dónde quedaron sus seres queridos y amigos cercanos. Sonríe y piensa. Es imposible ver la expresión de sus ojos porque lleva puestas unas gafas negras, pero al fin y al cabo no hace falta, pues el quebranto de su voz revela cuánto le duele tener a los suyos tan lejos.

“Se quedaron en Venezuela, en Naguanagua, estado de Carabobo. Allá dejé a un nieto, a mi hija y a mis dos hermanos. Me hacen mucha falta, es muy difícil estar sin ellos”, dice entre sollozos.

Ángel Blanco era un querido profesor de música de la Universidad de Carabobo, con más de 25 años de experiencia, pero la crisis social, económica y política que atraviesa Venezuela lo sacó a la fuerza de su país.

Ángel Blanco, profesor de música

Él es uno de los 222 venezolanos que se resguarda de las noches frías de la ciudad en los improvisados cambuches que se levantaron en un lote cubierto de hierbas y follajes de árboles alrededor del caño San Francisco, detrás de la Terminal Salitre, la principal de Bogotá.

“De allá me traje solo tres pantalones, dos camisas y mis dos guitarras, que son como mis hijas”.

Interpreta toda clase de música, pero sus géneros preferidos son el rock y el flamenco. “Es en lo que me especializo, pero puedo tocar y cantar cualquier canción”.

Desde que llegó a Colombia, Ángel se gana la vida tocando en restaurantes y bares del centro de la ciudad. “También me he montado en buses con mi guitarra, pero no es mi escenario preferido”.

Aunque lo que se gana como cantante de calle solo le alcanza para pagar un destartalado cuarto en el centro de Bogotá, pues casi todo lo que logra recoger en sus presentaciones lo envía a sus familiares en Venezuela, Ángel Blanco confía en que pronto saldrá de esa mala racha.

La canción con la que conquista a su público y consigue más propinas se llama Moliendo Café, letra que compuso su colega venezolano José Manzo Perroni.

Ya en su salsa, Ángel comienza a cantar para todo el Hotel El Bosque, como fue apodada esta zona de Salitre en la que los habitantes del vecino país buscan un refugio a sus tristezas.

Su canto llena de una extraña tristeza este lugar.

Una abogada que ya no pudo defenderse más

“Yo no hace mucho llegué Bogotá. Antes de la crisis trabajé en el Circuito Judicial Penal de Zulia. Pero hubo un momento en que todo se vino abajo y me quedé sin puesto. Ahora no soy nadie, no tengo empleo, me tocará empezar a trabajar limpiando casas o en lo que sea”.

Contrario a Ángel Blanco, Jeinny Ferrer no puede esconder la tristeza que trae a cuestas desde que la crisis en su país le arrebató lo que más quería: su familia.

Cuando migró hacia Colombia, esta abogada penalista debió dejar en Venezuela a cinco de sus seis hijos y a su mamá enferma.

Ferrer hace parte de las 204.000 personas que están en Bogotá tras huir de Venezuela por falta de comida, empleo y medicinas.

“No había plata para que todos saliéramos del país. Así que decidí venirme con mi hija menor para Bogotá a buscar mejores oportunidades”.

Fue así como, sin pensarlo dos veces, Ferrer empezó su viacrucis desde Maracaibo, estado de Zulia, hasta la capital de Colombia, “pidiéndole siempre a Dios que un guardia de la frontera no sepultara mi sueño de empezar de ceros aquí”, recordó Ferrer.

Uno de los momento más duros que vivió Jeinny Ferrer durante la crisis en Venezuela fue cuando tuvo que hacer potazo (pedir dinero en las calles) para enterrar a un niño de 6 meses, hijo de una vecina. “La mamá, al no tener cómo comer, lo alimentó mal y este murió. Además de que no hubo medicamentos para tratarlo”, dijo entre lágrimas, con un dolor imposible de ocultar.

Jeinny Ferrer, abogada penalista

Pero su tragedia la sigue padeciendo aquí en Colombia, cuando compara lo que consiguió en su tierra con lo que tiene ahora: un resguardo hecho con bolsas plásticas y cartón y algo de ropa, una suerte de casa que resiste mal ante la temporada invernal de la dura Bogotá.

También sufre cada vez que piensa en su gente, sobre todo cuando come, pues se pone a imaginar todos los esfuerzos que debe hacer su familia para conseguir en Venezuela una bolsa de arroz, algo que en Bogotá es relativamente fácil pero que en el vecino país resulta toda una proeza.

Esta es una poderosa razón para que Jeinny quiera enviar un mensaje al mundo, a sus hermanos, a su madre y a sus hijos, a todos que los que se quedaron allá, en su país.

“Dejemos de ser cobardes, levantemos nuestra voz, salgamos a luchar y a pelear por nuestros derechos, que el pueblo entero de Venezuela se levante, que si en verdad nosotros llevamos la sangre de Bolívar por dentro, como dicen ellos [el Gobierno], que bueno, que despertemos, porque Bolívar no fue cobarde, Bolívar peleó con flecha y lanza cuando no tenía oportunidades de nada, y nosotros tenemos oportunidades porque contamos con el apoyo de otros países”.

Sus palabras son un eco de lo que todos piensan en este bosque.

“Me tuve que venir, principalmente, por la persecución política que padecí. En 2015 me hicieron un atentado, me pegaron seis tiros, y quedé así, sin una pierna”.

Giovanny, la paradoja de la migración venezolana

Giovanny Torrealba es otro de los cientos de venezolanos que pasa sus noches en el Hotel El Bosque. Aunque su cara expresa sufrimiento, sus palabras están llenas de una extraña esperanza.

Era dirigente político y escolta de un respetado diputado de Venezuela antes de la crisis. Ahora se dedica a arreglar pisos y tuberías en Bogotá, eso sí, cuando cuenta con suerte y alguien le da la oportunidad de trabajar.

La brutal soledad de las calles bogotanas y la dureza de pedir algo de comida cuando años atrás lo tenía todo en su país, hizo que llegara a esta zona del Salitre. Como una paradoja cruel de un destino irónico, ahora Giovanny busca la ayuda de fundaciones y ONG tras ser él, en Venezuela, el que ayuda a la gente a través de su propia fundación.

Giovanny no niega que también la escasez de comida, la inseguridad y la falta de medicamentos fueron razones de peso para no quedarse ni un solo día más en Venezuela. Irse o quedarse era casi como decidir entre vivir o morir.

Giovanny Torrealba, escolta

Una de las cosas que más le duele de haberse ido de su país es que no pudo despedirse de mucha gente que le tendió la mano a él y a su fundación. “Me vine casi que a las escondidas, para no levantar atmósfera, como decimos en Venezuela.

"Espero que mi gente entienda y confíe en mí. Yo no voy a dejar desamparado a nadie. Los tiros no me va a silenciar, voy a seguir luchando por todos los que necesitan mi ayuda.”

Giovanny Torrealba solo espera conseguir un trabajo digno en Colombia para regresar a su hogar, localizado en el estado de Vargas, y devolverle a su comunidad los famosos sábados de arepazo, una actividad que ayudaba a mitigar el hambre y la pobreza de sus vecinos.

De músico de conservatorio a guitarrista de buses. De abogada a habitante de calle. De político filantrópico a cocinero y albañil. Sin duda alguna la masiva migración venezolana supone la destrucción de miles de personas, expulsadas cada vez más de sus anteriores vidas, un camino que esperan desandar, pese a que sea imposible devolver el tiempo.

Una mano a los más necesitados

El pasado 15 de septiembre, la Alcaldía de Bogotá realizó un censo con las personas alojadas en el Hotel El Bosque, situado en la parte trasera del Terminal Salitre. Hasta ese día, había alrededor de 222 personas albergadas allí, ciudadanos que manifestaron haber salido de Venezuela por la falta de comida, empleo y servicios de salud.

Esta jornada de caracterización se realizó con el fin de iniciar un plan de atención inmediata con estos habitantes, el cual contempla estrategias como la apertura de un Supercade Social en la terminal de transporte y una casa del migrante en la localidad de Teusaquillo, en donde se ofrecerá atención legal y psicosocial a más de 1.500 personas al mes.

Lea también: ASÍ AVANZA PLAN DE ATENCIÓN A VENEZOLANOS INSTALADOS CERCA AL TERMINAL SALITRE

Las estrategias serán desarrolladas a través de la Secretaría Social, la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Salud, el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), entre otras entidades.

Imparable éxodo

Según Migración Colombia en el país hay cerca de 870.000 venezolanos, 5 % más que el año anterior.

382.000 se encuentran en condición regular, un poco más de 442.000 están en proceso de regularización, mientras que cerca de 46.000 están en condición irregular.

De los 870.000 venezolanos radicados en el país, cerca de 204.000 están en Bogotá. El departamento de La Guajira registra el segundo lugar, con más de 101.000 registros, mientras que en Norte de Santander se estima que estarían radicados más de 98.000 ciudadanos.

Por: Silvia Santamaría

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