Dos familias llegaron a Bogotá provenientes de Valle y Tolima y se instalaron en la capital buscando mejores condiciones de vida. Los Orozco en 1989 y los Gálvez 1990 comenzaron a vender comestibles en el estadio El Campín hasta consolidar dos empresas prosperas y tradicionales en el entorno del fútbol bogotano.
Antes de la pandemia del COVID-19, los Orozco vendían cerca de 1.000 palitos de queso durante un partido y los Gálvez 800 tintos calientes. Cuando se cerró el estadio y se suspendió el fútbol profesional en todo el país, sus ingresos se redujeron casi a cero. Las crisis de ambas empresas fue inmediata ya que los ahorros se acabaron tratando de mantener a sus empleados. Hoy funcionan a un 10% de lo normal y su situación económica los ha llevado a buscar alternativas para ofrecer sus productos a otros clientes que no están vinculados con el fútbol. Esperan con ilusión que se supere la pandemia y los hinchas puedan volver al estadio.
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