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La transgénero que pasó de La Picota a la CIDH

“Cuando estuve en la cárcel, un guardia me obligó a desnudarme delante de otros. Me cogieron de burla. Lo denuncié y nadie me creyó. En otra oportunidad, antes de conseguir mi libertad, varios internos abusaron sexualmente de mí, grabaron un video y lo difundieron por redes sociales. Fueron los peores 38 meses de mi vida”.

Así relata Katalina Ángel algunos de los recuerdos de su paso por la cárcel masculina La Picota, una experiencia traumática que ella decidió convertir en activismo, a manera de terapia.

Su trabajo social la llevó a representar a las personas LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) que están privadas de la libertad en Colombia en una audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el pasado 8 de mayo, en República Dominicana.

El objetivo de la audiencia de la CIDH era visibilizar y exponer todos los tipos de violencia que viven las personas LGBT en las cárceles de América Latina, a través de los relatos de los miembros de la Red Internacional de Trabajo con Personas LGBT privadas de la libertad (Corpora en Libertad), conformada por 11 países de la región.

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Katalina es una mujer que nació en el cuerpo de lo que la sociedad reconoce como un hombre. Desde los cinco años es consciente de esto, pero solo hasta los 20 años aceptó su identidad y empezó el tránsito para cambiar su apariencia física, y así sentirse a gusto con todo su ser. Esto lo hizo con la ayuda de tratamientos hormonales.

El término 'trans' proviene de la palabra tránsito y lleva a cuatro conceptos: transformista, hombre que ocasionalmente adopta los modismos culturales de una mujer; travesti, que usa prendas de mujer y adopta una identidad femenina; transgénero, que recurre al tratamiento hormonal o a modificaciones corporales; y transexual, que se somete a una cirugía para cambiar su sexo.

Hoy, entrada en sus 30 años, tiene el aspecto de una mujer moderna y alternativa, de cuerpo delgado y tonificado, pelo rubio y corto, piercings en el labio y en la nariz, una mirada segura y seductora y más de 20 tatuajes que, según ella, cuentan los episodios que han marcado su vida.

El rostro de un zombi sobresale en su mano izquierda. “Este tatuaje representa esa parte muerta de mí que sigue viva, todas las heridas que la sociedad y las experiencias me causaron, pero no me derrotaron”, afirma Katalina.

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