La increíble historia del primer avión que llegó a Bogotá

La adrenalina y las alturas tienen una relación que, durante siglos, le ha fascinado al mundo entero.

El vértigo y la adrenalina son sensaciones ambiguas que se pueden generar en un espacio de comodidad, sin necesidad de estar en una situación potencialmente riesgosa. Esa es la descripción de los capitalinos al ver el primer avión que llegó a Bogotá.

En la Bogotá de 1911, año de fuertes movimiento telúricos en la capital, también hubo un evento que, en medio de todo, fue un hecho fascinante: el primer avión en la capital.

Por primera vez, los colombianos gozaron de la deleitante sensación que implicaba ver una aeronave, gracias a la exhibición que realizaron dos pilotos: el francés Paul Miltgen y el colombiano José Cicerón.

El hecho que impactó a la capital fue descrito, en la mejor tradición histórica, por ríos de tinta que se plasmaron en libros de grandes plumas como Gustavo Arias de Greiff o Gabriel Poveda.

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Documentos históricos señalan que en 1911, los empresarios Ricardo Castelo y Edmundo Ramos, conocidos por ser miembros del prestigioso Polo Club de Bogotá, fueron los encargados de traer a la capital al virtuoso piloto francés Paul Miltgen, con el objetivo de garantizar una tarde inolvidable, al mejor estilo de películas americanas, con una aeronave realizando piruetas en los cielos bogotanos.

Las maniobras se pretendían realizar con un avión tipo Blériot. No obstante, la habilidad del piloto francés se vio frustrada tras estrellarse antes de despegar. Todo parece indicar que la altura de Bogotá (2.640 metros sobre el mar) fue la razón por la cual la aeronave no pudo volar y terminó envuelta en un curioso accidente.

La aeronave, de forma increíble, terminó colgada del techo en el Salón Egipcio en el Parque de la Independencia. El hecho que, en principio, parecía un desastre completo, terminó con un buen final. Los empresarios preocupados por su inversión decidieron cobrar la entrada, como si se tratase de un museo, a los capitalinos que quisieran ver la nave estrellada.

La nave tipo Blériot de 400 kilos, de motor de 59 caballos y de 8.50 metros de largo, no fue exhibida en el cielo capitalino, pero si deleitó con adrenalina a los capitalinos desde el suelo bogotano.

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