Foto de: Margarita Mejía

  • A Jorge Luis Borges le negaron el premio Nobel por razones políticas en pleno boom latinoamericano.
  • Después de 32 años de muerto, Jorge Luis Borges por fin recibió el Premio Nobel.

Aunque Jorge Luis Borges lleva 32 años de muerto, por fin recibió el Premio Nobel. O por lo menos esto es lo que un colectivo hizo en España para reivindicar la importancia del autor argentino en las letras universales.

A Jorge Luis Borges le negaron el premio Nobel por razones políticas en pleno boom latinoamericano de la literatura, hecho que levantó críticas y suspicacias hacia la academia sueca en su momento.

Canal Capital habló con Marc Caellas sobre lo que significa esta reivindicación del autor de El Aleph y el Jardín de los senderos que se bifurcan.

Canal Capital: Existe una percepción generalizada en la sociedad actual, y es que la era digital ha permitido que las personas se polaricen como nunca antes. Se puede decir que hoy las facciones son más radicales que siempre, pese a que toda la violencia se mantiene a niveles simbólicos. Una sola expresión infortunada en Twitter basta para que alguien pueda perder su empleo y sea tachado con los peores crímenes morales. ¿Cree que la sociedad de este siglo XXI, tan blanda y ofendida, sí le hubiera concedido el Nobel a Borges?

Marc Caellas: El premio Nobel lo conceden un grupo de suecos, no la sociedad. Me es difícil vaticinar si los suecos del siglo XXI son más o menos conservadores que los de antes. En cualquier caso, no darle el Nobel a Borges es como no darle el balón de oro a Messi, un desprestigio al propio premio.

C.C: Esta es una pregunta inevitable: la crítica literaria ha gastado un montón de tiempo en el debate sobre los límites morales de un escrito. No hay ni que pensar el revuelo que causarían hoy obras como las de Céline o Nabokov. ¿En realidad deberíamos juzgar la literatura o al arte con una severa mirada moral? ¿Cómo se ve su respuesta dentro de la obra de Borges?

La literatura, el arte, son espacios de libertad que debemos preservar de ese tipo de juicios morales. Borges fue un individualista que creía en la autonomía del arte. Borges entendía que, en general, la buena literatura no surge del “buenismo” ni de ninguna posición de superioridad moral, sino más bien de cierto embrutecimiento del espíritu.

C.C: Aunque Borges lleva 32 años fuera de este mundo, su obra goza de una estupenda salud en Latinoamérica. ¿No es una buena idea institucionalizar la entrega del Nobel póstumo?

MC: Institucionalizar algo es casi siempre una mala idea. No era ése nuestro objetivo. Con nuestra acción quisimos simplemente llevar a la práctica el gesto de darle un Nobel a Borges. Aprovechamos el vacío que quedaba al no entregarse este año, la coincidencia de fechas entre las del anuncio de cada año con las de la inauguración de Filba, y nos inventamos una performance en la que, de alguna manera, era el propio Borges quién, con su habitual socarronería, se entregaba el premio a sí mismo.

C.C: Lo que demuestran los últimos acontecimientos en la Academia Sueca es que no estaba revestida con la suficiente autoridad moral para denegar un premio, justamente, por razones morales. ¿El Comité del Premio Nobel debería cambiar su método de elección?

MC: Está claro que algo huele a podrido en Suecia. Lo que deberían hacer los académicos suecos es invitarnos a Juan José Mendoza, Esteban Feune de Colombia y a mí mismo a Estocolmo durante unos días con todos los gastos pagados. Con unas pocas sesiones les podemos explicar maneras inteligentes y creativas de renovar su anquilosada ceremonia de anuncio y de entrega del premio Nobel. Con nuestra performance demostramos que la estética versallesca queda un poco anticuada. Renovarse o morir.

C.C: ¿Prefiere el yogur o el recuerdo de una flor amarilla vista al anochecer años antes que usted naciera?

MC: Prefiero un whisky Jameson rodeado de amigos en Cachipay, Palomino o Puerto Colombia.

C.C: Borges cultivaba la tradición lírica de la literatura Latinoamericana a través de una estupenda poesía, pero su faceta más conocida es la de cuentista, justo otro de los nichos que la Academia Sueca suele ignorar a menudo. ¿Por qué las personas en Latinoamérica deberían leer los cuentos de Borges, que hablan de dilatados mundos eruditos, memorias tautológicamente sagradas, libros apócrifos y juegos mentales arduos? Hoy, cuando la literatura es cada vez más ligera y rápida.

MC: Borges debe ser leído por cualquier lector mínimamente exigente. Hay una idea equivocada sobre la dificultad o el hermetismo de Borges. Sus libros tienen muchas capas de lectura. Textos como La intrusa o La secta del fénix, por citar apenas dos, son perfectamente asequibles para cualquier lector. A mí me parece un escritor con un sentido del humor único, ideal para disfrutar a sorbitos.

C.C: ¿Qué conoce de la literatura colombiana actual? ¿Algún Borges a la vista?

MC: He vivido varios años en Colombia y voy leyendo a sus escritores con regularidad. Me interesan especialmente los libros de Juan Cárdenas, Sergio Álvarez, Margarita García Robayo, Álvaro Robledo o Andrés Felipe Solano. Son cinco escritores con universos y estilos bien diversos, a los que tengo la fortuna de conocer y leer con curiosidad y admiración.

No veo a ningún Borges a la vista ni en Colombia ni en ningún otro lado, pero quizás no me he fijado bien.

Discurso de anuncio del ganador del Premio Nobel

MC:

Borges sabía que las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la negligencia y que ser famoso en América del Sur no es dejar de ser un desconocido. Escéptico de casi todas las cosas, no lo fue nunca de la belleza. Sentía, quizá trágicamente, la vacuidad de las ceremonias, de las reuniones, de las academias, de los aniversarios y de los ritos, pero esas máscaras lo divertían. Sabía aceptar y sonreír. Abjuró de las religiones, pero creía, como los hindúes, que el universo está regido por una ley moral y que un rufián, un tigre o una hormiga saben que hay cosas que no deben hacer. Confesó que no podía vivir sin misterio, descubrir un problema le parecía no menos importante que descubrir una explicación. Comprendió que el mejor instrumento que les ha sido dado a los hombres para renovar o innovar es la tradición, no servilmente remedada sino ramificada y enriquecida. El descubrimiento de un texto fue para Borges algo no menos vívido que la cercanía del mar o de una mujer.

Siempre escribió con la claridad que requiere la buena educación. El hecho de que fuera un genio no es menos admirable que el hecho de que siempre escribiera con modestia, a veces irónica. Leer un libro suyo es penetrar en una gran ciudad, que ignoramos, o en la sombra de una batalla. La literatura actual es inconcebible sin Borges. Su obra no ha envejecido, pudo haber sido escrita esta mañana. En sus textos se manifiesta el eterno afán de los hombres por una edad de oro. Los antiguos, que no tenían idea del tiempo, la situaban muy lejos; Borges treinta años atrás. Era un hombre inteligente, veía una metáfora en frases que otros aceptaríamos como directas. Siempre escribió con una selección del idioma corriente usado por los hombres en momentos de pasión.

Entendió que uno de los más continuos esfuerzos del escritor se dirige a no sugerir lo que no quiere sugerir. Lo extraño de esta frase es que, siendo obvia, no se parece a ninguna otra en el mundo; qué difícil con la sensatez lograr tanta rareza. El encanto, como escribe Stevenson, es un don que no se razona: se da. Tal vez para admirar a Borges haya que haber leído mucho. Los pintores no dicen peyorativamente: “esto es pura pintura”, ni los escultores o los arquitectos: “esto es pura escultura o esto es pura arquitectura”. En cambio los escritores dicen: “esto no es más que pura literatura” o: “el resto es literatura”. La literatura no puede ir más allá del poder natural de los sentidos. El lector se distrae y se aburre. La manera en que uno escribe corresponde a una decisión que se toma una sola vez. No puede uno escribir de muchas maneras, salvo si escribe muy poco.

“Ser sueco es ser decente”, dijo Borges. Si bien algunos suecos lo consideraban un poeta menor, sabemos que los poetas menores ofrecen garantías: sus poemas no serán excelentes, pero nunca son pésimos. La validez poética de Borges es incuestionable. ¿Para qué molestarlo con elogios que se parecen tanto a la parodia y tan poco a la comprensión? Según una investigación realizada por el medio sueco Svenska Dagbladet, el presidente del Comité del premio, Anders Osterling, rechazó al escritor argentino porque resultaba “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”.

Los suecos siempre haciéndose los suecos. El origen etimológico de la expresión “hacerse el sueco” está en la palabra latina soccus, que derivó en “zueco”, amén de otros términos como zocato y zoquete. El zueco es un zapato de madera de una pieza o un zapato de cuero con suela de madera o de corcho. Pero un zueco es también el tipo de pantufla que llevaban los actores cómicos en el teatro romano clásico, en contraposición con el coturno, que era el calzado usado en las tragedias clásicas. Así pues, hacerse el sueco equivale a hacerse el tonto, el torpe, tal y como hacían para provocar la risa los actores de comedia. Sin querer ponderar si los suecos son mejores comediantes que los argentinos, reiteramos formalmente que el Premio Nobel de Literatura del año 2018 es para Jorge Luis Borges. Muchas gracias.

Para ver todas las noticias de Bogotá visite www.conexioncapital.co. Encuéntrenos también en Facebook como Canal Capital.