Foto tomada de: https://bit.ly/3iCyEyy

Texto escrito por: María Alejandra Calderón

Los fanáticos de la música resistimos 1.083 días para volver a encontrarnos en el Festival Estéreo Picnic después de tantas calamidades pandémicas. Cinco meses esperamos los seguidores de Foo Fighters para volverlos a ver en Bogotá desde el anuncio del renovado cartel. En el día cero, pasamos un minuto de la alegría al llanto y nunca se había sentido tan masivo.

El 25 de marzo llegó el día que tanto anhelábamos. Entre el cartel del día estaba, entre otras bandas, las destacadas por los fanáticos del rock: The Libertines, Idles, Nile Rodgers and Chic, Black Pumas y por supuesto, Foo Fighters. En ese orden, y en los dos escenarios principales de un festival que hoy, en su doceava edición se da el lujo, a punta de trabajo constante, de contar con cinco escenarios como un festival de talla mundial.

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The Libertines hizo una presentación poderosa y cargada con los clásicos que la hicieron una banda de culto entre los amantes del indie rock británico.

Idles nos regaló una demostración de todo lo que uno quiere ver en un concierto: pasión, descarga potente de punk rock, el don de cinco hombres  de dejarlo todo en el escenario y la confirmación de tener ante los ojos una de las mejores bandas de rock en vivo actualmente. Los ingleses son la promesa cumplida de que el rock es inmortal.

Nile Rodgers and Chic saltaron al escenario principal entregando cincuenta años de funk, disco y soul. Una fiesta entera de talento inagotable, un recorrido por el furor de Studio 54, la magistral composición de Rodgers a Diana Ross, Daft Punk y David Bowie.
En estos momentos pensé en la fortuna de tener a Nile en frente, de disfrutar de su música y de tenerlo vivo. Ese sentimiento de alegría de ver a una persona viviendo, entregando todo su talento. La noche estaba para eso, para agradecer estar vivos y parecía perfecta.

A las 9:45 p.m. terminó el show de Chik, seguiría Black Pumas en el segundo escenario. Algunos nos dirigíamos allí, los tiempos de las bandas estaban puntuales, había que correr de un lado al otro. Otros fanáticos se quedaron en ese escenario para guardar el mejor lugar para ver a Foo Fighters, una hora y 15 minutos nos separaban de ver a Dave Grohl, Taylor Hawkins, Nate Mendel, Pat Smear, Chris Shiflett y Rami Jaffe por tercera vez en Bogotá.

Fue entonces cuando se escuchó en los parlantes la voz entrecortada de Sergio Pabón, cofundador de Páramo Presenta y Estéreo Picnic, diciendo por el micrófono:

"Con el corazón roto, estamos acá para comunicarles una noticia tristísima, debido a una situación médica de mucha gravedad, Foo Fighters no podrá presentarse esta noche y ha cancelado el resto de su gira suramericana".

Al unísono retumbó un “¡No!" El mensaje se proyectó en las pantallas del escenario principal y todos nos quedamos quietos, fríos, confundidos y sobre todo preocupados. Algo muy grave había pasado.

Estamos hablando de Foo Fighters, una banda de 28 años de carrera encima, de la agrupación de Dave Grohl, un artista al que se le ha visto fracturarse una pierna en pleno concierto, parar un momento para estabilizarse y volver al escenario para no decepcionar a los fanáticos, incluso en una situación comprensible, así que cancelar una gira era la respuesta a una situación tremenda e irremediable. Algunos seguidores nos preocupamos más que por la cancelación, por la salud de los integrantes de la banda.

Como acción reacción, empezamos a buscar entre las redes mayor información. Las dificultades de conexión de internet en el lugar dejaron un manto de incertidumbre y caras de angustia. De repente, entre los asistentes, se empezó a expandir la temida palabra: “murió”.

¿Quién?, ¿Cómo? Parecía mentira.

Al regreso de la señal apareció el mensaje en las redes sociales de la banda.

“La familia Foo Fighters está devastada por la trágica y prematura pérdida de nuestra querido Taylor Hawkins. Su espíritu musical y su risa contagiosa vivirán con todos nosotros para siempre”

Entonces empezó la primera etapa del duelo: la negación. Tan increíble como doloroso: Taylor Hawkins, el baterista de la Banda, murió en un hotel en Bogotá.

Taylor, el hombre de la sonrisa amplia y constante. Taylor, el padre de dos niños. Taylor, el que rechazó a ser parte de Guns N’ Roses. Taylor, el que se paró en la mitad del Campín a cantar Under Pressure y retarse a la voz de Freddie Mercury. Taylor, uno de los mejores bateristas del mundo. Taylor, al que sentíamos amigo sin conocerlo en persona.

Los rostros se hicieron aún más tristes, las lágrimas empezaron a rodar y las banderas de los “Foo” se bajaron. El ambiente que Chic había dejado tan arriba, se fue al subsuelo.

Black Pumas se subió al escenario y las palabras de Eric Burton y Adrián Quesada confirmaron lo visto en redes: “Tylor Hawkins murió esta noche. Haremos un homenaje por su grandeza generacional. Antes de que salgamos con la banda a tocar, queremos hacer un minuto de silencio”, un minuto punzante y confuso.

Lo que se sintió se dijo en voz baja: A Black Pumas le tocó animar un funeral, uno muy grande. Difícil animarse en un festival con un ambiente tan triste. El show siguió pero el sabor agridulce estaba lejos de desaparecer.

Puede que para muchos sea exagerado sentirse mal por la muerte de alguien lejano, pero cómo le haces entender a un fanático que ha visto crecer y madurar a Taylor, que lo ha tenido en sus ojos y en sus oídos por más de 20 años y que lo que estabas a punto de ver no lo volverás a presenciar, que Taylor si era mortal y jamás lo volverás a ver en vivo, que todo queda en la memoria. Algún día su corazón tendría un último latido y silenciaría todo, pero no así, no aquí.

Cincuenta años tenía Taylor, ya había pasado por una sobredosis hace unos años y según los reportes oficiales esa fue la razón de su deceso, esta vez no logró sobrevivir.

El 25 de marzo quedará marcado como un día triste para la música internacional, para los fanáticos de la banda, para los que no lo son pero asistieron al festival y no pudieron ser ajenos a la triste situación, para su familia, para la propia agrupación, para Grohl que ha perdido sus mejores amigos y compañeros de banda en situaciones lamentables.
Para la organización del Festival, una cosa es cancelar presentaciones por problemas técnicos, artistas complejos, pero traer a un artista y que se te muera horas antes de saltar a la tarima, en tu país no es otra cosa que una tragedia.

Pero los artistas sí dejan inmortalizada su obra, a Taylor lo recordaremos con su sonrisa amplia, por su talento, sus disfraces y la cercanía de alguien que vimos partir en la ciudad que lo quisimos vivir.

“Make My way back home when learn to fly”. Gracias por hacernos sentir vivos, Taylor.

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