Por: Juan Pablo Otero Salazar, @juanotero2006 - Generación eureka

Quizás una de las grandes ventajas que tiene ser niño o niña es que la mayoría de los eventos a los que nos enfrentamos son nuevos, así que gozamos de la facultad de poder sorprendernos y aprender casi todo el tiempo; cosa que no sucede con los adultos, a quienes ya casi nada les sorprende y creen saber casi todas las cosas. Por esta razón pienso que van perdiendo su capacidad de abrirse a nuevas ideas y, por lo tanto, asombrarse frente a lo que no conocen. Así es como los niños y niñas vamos un paso adelante por el simple hecho de tener esa valiosa curiosidad que nos permite aprender constantemente y, a su vez, sorprendernos.

El sábado 29 de julio pude seguir con mi rutina matutina de nuevos aprendizajes, pero esta vez estoy completamente seguro que me enfrenté a uno que, ciertamente, es trascendental. En medio de un día normal en Bogotá, donde primero hace frío, después, sol, después, lluvia, después se seca y hace un clima ni tan caluroso ni tan frío, para finalmente terminar en lluvia, fui con mis compañeros y compañeras de la Generación eureka al Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella.

Generación eureka recorriendo el Colón

El primer escenario que visité fue el Teatro Colón, una de las instalaciones principales que tiene el Centro Nacional de las Artes. Lo que me sorprendió de ese sitio fue su historia: aprendí que cuando lo crearon, más allá de ir a disfrutar de la cultura, la gente iba interesada en hacer farándula, de tal modo que en aquellos primeros años del Teatro sólo podían ingresar aquellas personas de alcurnia y clase alta, discriminando a las demás personas de la sociedad. Conocí, por ejemplo, un salón - el Foyer - que era utilizado únicamente por las y los ricos para hacer vida social.

En este mismo sentido, el Teatro fue construido en forma de herradura para que se pudiera ver qué personas iban, con el fin de clasificarlas como cultas y ricas. Por ejemplo, los palcos más costosos no eran los que tenían mejor vista, sino aquellos donde las personas que se sentaran pudieran ser observadas por todo el mundo. La idea era que vieran que tú ibas al teatro para que pudieran saber que eras alguien de dinero. 

El Salón Foyer

En el piso más alto del teatro se hacían las personas de clase social baja, pero que en verdad sí iban a ver teatro y no a hacer vida social arribista. En aquel sitio llamado el gallinero, porque precisamente se hacían los pobres (quienes comían gallina), era muy difícil que se pudiera distinguir qué personas estaban. Es decir, quienes asistían no era para hacerse notar, sino simplemente por amor al arte. A todas estas, un buen día se presentó en el teatro la bailarina de danza de la región Caribe Delia Zapata. Lo triste es que, por el hecho de mostrar los bailes típicos de nuestra nación, su presentación fue un escándalo porque, como ya se los había contado, allá sólo iban personas ricas, quienes sólo veían teatro europeo. 

Esa es una de las razones por las que se construyó el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, para muchos años después rendir homenaje a esta valiente bailarina que bailó en aquel sitio destinado únicamente para arte europeo. 

Delia Zapata

En este momento el Teatro Colón es un escenario más del Centro Nacional de las Artes, donde también están la Sala Fanny Mikey y la Sala de ensayos de la Sinfónica Nacional de Colombia. Ahora la visión es hacer del arte no únicamente para el gozo de la élite, sino para absolutamente todas las personas. Y, cuando digo todas, son todas.   

Luego de aprender todo esto, vino la parte más emocionante: íbamos a ver la exposición de Patti Smith llamada Correspondencias; sin embargo, he de confesar que desconocía todo lo relacionado con esta artista. Así entré, como toda buena persona que no sabe de nada, directamente a la obra. 

Primero sentí dos emociones fuertemente encontradas: curiosidad y miedo. Cuando entré tenía que pasar por un corredor completamente oscuro y no podía ver, solo escuchar de fondo la fuerte voz de Patti Smith entonando sus poemas, así que la articulación de la curiosidad y el miedo me generaron tal ansiedad que me encaminé a seguir en la obra con el fin de poder descifrarla. 

Fragmento de la obra Correspondencias Soundwalk Collective y Patti Smith

Me senté en un banco con mis ojos bien enfocados en dos pantallas gigantes que pasaban imágenes bien particulares; con mis oídos escuchando, mientras mi cerebro recordaba las clases de inglés con el fin de lograr entender lo que quería transmitir Patti Smith. Duré más o menos unos ocho minutos ahí, sentado, porque después conocería al curador de la obra, Santiago Gardeazabal, para preguntarle qué era lo que acababa de ver. 

Santiago nos explicó que Patti es la “madrina del punk”, movimiento que iba en contra de lo establecido por aquella sociedad que se afanaba por una moral retrógrada y una búsqueda de dinero sin sentido, entre otros despropósitos. De manera que todas aquellas cosas que la artista expone a través de su obra de verdad merecen ser cuestionadas: por ejemplo, Santiago decía que a él le impactaba conocer, gracias a Patti Smith, la historia de una ballena que perdió a su esposa y a su hijo debido a que los sonidos producidos por las máquinas que buscan petróleo debajo del mar le hicieron confundirse y, por lo tanto, tristemente alejarse de su familia, para nunca más volver a encontrarla. 

Terminada la entrevista con Santiago, tuve la oportunidad de hablar con Ana, una gran admiradora de Patty Smith. Ana me contó que la artista incursionó en un mundo que lamentablemente, en aquella época, estaba diseñado para hombres, de manera que la importancia de Smith para ella está en que siempre había leído y visto obras creadas por hombres y por eso en ese momento de su vida era necesario saber de una voz femenina en el arte. 

Con su obra, Patti Smith busca que las mujeres, como dice Ana, se unan entre ellas. Así fue como Ana terminó invitando a las y los jóvenes a que conozcamos sobre Smith, porque su arte es maravillosa: es poeta, músico y está a la altura de cualquier otro artista, así que en ese sentido es igual de importante conocer a Patti Smith como a Bob Dylan. Sin embargo, esta tiene la particularidad de sensibilizarse frente a las problemáticas del mundo, exponiéndolas en sus obras,  como sucede en Correspondencias.

Finalmente, no quisiera contarles más detalladamente la obra, pero sí diré que de verdad vale la pena hacer el recorrido por el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella en su totalidad y, como cierre, visitar la obra de Patti Smith. Concuerdo con Ana en que cada persona debe  llevarse su propia impresión de todo lo vivido porque precisamente el arte no pretende ser dogmático ni impositivo, ese tampoco es mi propósito, sino invitar a que cada quien tenga sus propias impresiones y, fundamentalmente, a que saquen sus propias preguntas para seguir aprendiendo.   

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