Trabajan en el área de la salud. Personal administrativo, de seguridad, limpieza, o conductores de ambulancia. Muchos no los ven como miembros del cuerpo médico pero, sin duda alguna, salvan vidas.
En un paciente de coronavirus los pulmones se inflaman y pueden colapsar las vías respiratorias, por eso son tan importantes las unidades de cuidados intensivos y las terapeutas respiratorias.
Cada mañana, tarde, o en la noche, incluso, salen de sus casas. Llevan bata, fonendo y algo de miedo. Cargan el vacío que deja la ausencia de los abrazos de sus seres queridos y se enfrentan al virus y a la sociedad.
Nuestra angustia y nuestras vidas están en sus manos. Son auxiliares de enfermería o paramédicos, la mano derecha de los doctores.
Los cuerpos de salud deben enfrentar a aquel que se ha llevado a miles alrededor del mundo y que nos mantiene en sosobra. Una amenaza que enfrentamos en casa, y ellos, en el campo de batalla.
Rápidamente se cubren con algo de fe, protección divina expresada en unos guantes de látex, unas gafas, y un traje blanco inmaculado que obliga a tomar distancia.
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