14.7 C
Bogotá
miércoles, mayo 8, 2024

Luna es diversidad

Cuando tenía dos años, en 2013, Diego comenzó a manifestar su deseo de ser reconocido como una niña y de verse como una de ellas. Este hecho llenó de dudas a sus padres quienes intentaron, en principio, hacerle saber que había nacido como hombre y por ello no debía comportarse de forma femenina. Sin embargo, con el paso de los días, su personalidad y reconocimiento propio se hicieron más sólidos: deseaba ser una niña. “En ese momento yo me sentía como niña. Sentía en mi corazón y en mi mente que yo era una niña”, dice entre risas.

Ante las dudas, sus padres consultaron a otros miembros de la familia y a profesionales de la salud. Una experiencia fue crucial para cambiar la percepción de Olga Rocío Guarín, madre de la menor de edad. En el colegio donde estudiaba su hija le exigieron cortarle el cabello para que se viera como un niño. “Me presionaron tanto que decidí cortarle el pelo para que dejaran de molestar. Yo creo que el error más grande que yo he podido cometer fue llevarla a la peluquería y que le pasaran la máquina. La niña se me descompuso totalmente, se me tiró al piso y lloraba, cogía su pelo y en medio de lágrimas me decía que yo por qué le hacía eso si ella era una niña juiciosa”, recuerda la madre de familia con tristeza. Pero lo ocurrido le dejó una reflexión. “Yo dije: por qué tengo que mutilar a mi hija para seguir un lineamiento, un binarismo que es lo que marca la sociedad y es lo que nos pedía en ese momento el colegio”, concluye.

Fue entonces, en julio de 2016, cuando inició oficialmente el tránsito de Diego, y su familia, hacia el reconocimiento de su feminidad; un proceso lento, acompañado de expertos, y con resultados positivos en las cinco personas que conforman su hogar. “Como mamá me movió el amor y la aceptación por mi hija y el enseñarle a esta sociedad que los niños y las niñas trans existen y que no es malo ser trans. Tienen un futuro y proyectos de vida buenos”, asegura Olga quien en medio de este proceso se ha convertido en un referente para otras familias que pasan por experiencias parecidas y también en una defensora de la diversidad.

En diciembre de 2018 fue aprobado el cambio de nombre en el documento de identidad de la protagonista de esta historia, lo que le permitió acallar las murmuraciones en las salas de espera de los hospitales cuando el nombre anunciado por los altavoces no correspondía a la niña que muchos veían en frente. Incluso generando cambios en los médicos que visita, sobre cómo referirse a ella y cómo atenderla.

A un mes de cumplir ocho años, Luna, nombre que eligió la niña para sí misma, es un ser feliz; baila, juega con sus hermanos y hasta sigue a los "youtubers" de moda. “Han cambiado muchas cosas. Ahora me dicen Luna, me llaman todo el tiempo como Luna, me tratan como niña”, afirma. El cambio en el trato no solamente ha ocurrido dentro de su familia, sino también los compañeros del colegio al que ingresó desde el año pasado. Allí, como en la escuela de danza a la que asiste y en donde perfecciona sus movimientos, simplemente es una alumna más, a la que toda la comunidad educativa debe respetar y de la que deben aprender sobre la diversidad que se halla en cada rincón de Bogotá.

Más historias

La ruta de
la libertad reprimida

Mas allá de
las montañas

Ahora me dedico
a ser papá

Una batalla
contra la sociedad

Canal Capital